14 diciembre, 2006

La condición posmoderna de la huelga

“Me rebelo contra los crímenes que se disimulan con los mejores modales”
Jesús Urzagasti

La derecha de antes era, por lo menos, honesta. Frente a ellos se podía decir: “en esta tierra ingrata, donde nos dejaron el hambre y se llevaron el pan”. Pero ahora se llevaron hasta el hambre, y nos asaltan la protesta, el paro, el bloqueo y la huelga. Ahora juguete de niño rico, o sea, mimado y mandón. ¿Se imagina a Quico y Ñoño haciendo huelga?, algo semejante. Pero establezcamos las diferencias. Una huelga de hambre es, como dice Gandhi, un recurso de los débiles, es pacífico, porque el débil es quien sufre la fuerza y el poder prepotente de los que mandan (en su tiempo, el Imperio Británico), es provocado por un amor de justicia; pero todavía un aditamento más, siempre siguiendo a Gandhi (que de huelgas sabía mucho): quien la realiza debe poseer autoridad moral. Ahora bien, ¿se imagina a los ministros británicos haciendo huelga de hambre, en contra de la independencia de la India? Pues ya andamos cerca.
¿En qué consiste la magia de la posmodernidad? ¿Por qué ahora los satisfechos son los que hacen huelga? Cuando el bien aparece como el mal y el mal como el bien, asistimos a una inversión diabólica. Volvemos a la situación original. La revolución francesa proclama la igualdad humana; pero cuando la revolución haitiana, en nombre de aquella igualdad, reclama la liberación de los esclavos, entonces la nación de la “libertad y la igualdad” no duda en hacerle la guerra: el esclavo debe de “indemnizar” a su verdugo por los gastos que le ocasionó su libertad. Haití es el primer país libre con deuda (obligada) externa. El discurso moderno se levanta en nombre de la igualdad, pero se trata de la libertad contractual, es decir la igualdad entre propietarios; lo que provoca desigualdades, ante las cuales se levantan las emancipaciones obreras y civiles. Ante lo cual también se levanta la respuesta aristocrática: “no todos somos iguales”. Es una respuesta fatídica y muestra lo que viene en adelante; su primera figura es Nietzsche y su manifestación más acabada es el régimen nazi. La actualidad de ese discurso es el postmodernismo. Se levantó contra el totalitarismo soviético, pero acabado este nunca cuestionó el totalitarismo capitalista (no existe sistema, dicen, que pueda ser cuestionado en su totalidad); no cree en los “grandes relatos”, así que no ve en el capitalismo sino una simple economía de mercado; niega la historia y, sin embargo, se presenta como una condición de cambio histórico, fin de la historia y, sin historia, todo movimiento se queda en la pura fragmentaridad, porque no se puede postular las últimas causas de la desigualdad humana; así que todo se reduce a contradicciones superficiales que se resuelven por “consenso” o “pacto”, dejando el asunto al parlamentarismo propio de la democracia formal. Pero eso no es lo más grave. Porque cuando relativiza todo también destruye todo criterio para juzgar el bien y el mal y, al no haber criterio alguno, todo se reduce a la habilidad discursiva (no importa lo que se diga sino el cómo se lo diga, si lo dice bonito el malito aparece como el buenito).
Ahora la huelga la hacen los fuertes, qué tipo de paz piden los fuertes; ¿qué dice el Salmo 73?: “… la paz de los impíos. Pues no hay para ellos tormentos; están sanos y rollizos. Por eso la soberbia los ciñe como collar. Por eso el pueblo se vuelve tras ellos. Helos ahí, son impíos, pero tranquilos constantemente aumentan sus fortunas”. Los fuertes aparecen como débiles, el explotador aparece como agredido, el verdugo como víctima, es una secularización diabólica: el mal aparece como el bien. Los que violentaron la ley e impusieron siempre su mayoría de cuoteos y rifaron al país por encima de la constitución que ellos mismos decían respetar, ahora son los abanderados de la ley, la justicia y la constitución.
¿Por qué? La ley que les servía está siendo cuestionada, por eso salen en defensa de ella, por eso no quieren cambios en la ley, por eso quieren dos tercios, para que nada cambie; por eso hablan de “consenso”, lo que significa “negociar”, porque no quieren perder sus negocios, sus beneficios privados. Curiosamente, todas las injusticias se cometen en “cumplimiento de la ley”; por eso los latifundistas controlaban el Instituto Nacional de Reforma Agraria, para hacerse legalmente de sus robos. Es decir, los que se beneficiaban del robo legal (las medidas neoliberales fueron legalmente impuestas con la aquiescencia de los ahora senadores de PODEMOS) ahora amenazan cuando ya no están en el gobierno, y amenazan porque gozan de poder económico y mediático, o sea, pueden todavía manipular la opinión pública. Pero su amenaza es mañosa y se encubre de argucias para lograr respaldo social. El respeto a las minorías es un invento posmoderno que busca fragmentar a las mayorías en identidades aisladas, sin la posibilidad de construir un proyecto común; el sector conservador aseguraba su poder dividiendo al pueblo y gobernando con un falso respaldo que nunca pasaba del 30%, los apetitos de poder les lleva a “consensuar”, o sea, a negociar cuotas de poder; y a eso llaman “práctica democrática”. Ahora ellos se llaman minoría y se quejan de atropello, cuando gracias a un favor (mal calculado) de la vicepresidencia, la ley de convocatoria les dio la posibilidad de estar en la constituyente; perdieron pero, aun así, chantajean.
La clase media les cree porque se han creído el cuento y porque mucho Unitel les ha convencido de que el enemigo es interno y hay que amputarnos de ese cáncer, o sea, racismo disfrazado como defensa de la igualdad, libertad, legalidad, etc. Otra vez, la igualdad moderna reacciona frente a la “atrevida” igualdad de los esclavos. Pero ahora no actúan con las armas, porque ahora cuentan con los mass media, arma mucho más poderosa. Y ellos destacan qué es lo importante y qué no, qué es violencia y qué no; por eso PAT, Red UNO, ATB, Cadena A, Bolivisión, Gigavisión y Unitel deciden que las agresiones en la Universidad Gabriel René Moreno al presidente de la república y al vicepresidente en el hotel los Tajibos, cometidas por miembros fanáticos de la “Unión Juvenil Cruceñista” y el “Comité Cínico de Santa Cruz” no son tales; pero el desalojo que sufren los huelguistas (entre ellos Raúl Loayza, que se paseaba cómodamente, como miembro del gonismo, cuando se masacraba al pueblo de El Alto, en octubre de 2003, o Gabriel Dabdoub, dirigente de una de las agrupaciones más reaccionarias de este país, la CAINCO, o el despistado de Juan Claudio Lechin, pobre de su padre) recibe todos los calificativos antojadizos de los titulares de esta mediocracia. Los vecinos indignados del El Alto y La Paz son una “turba”, “violan la casa de Dios”, son “hordas fascistas” (improperio del despistado novelista); mientras que los irascibles y coléricos autonomistas son, como dice Unitel: “la Bolivia democrática, la de los dos tercios, la que no quiere ser aplastada por la mayoría del MAS”. Los agresores se muestran como los agredidos y los culpables como los inocentes, y los tontos útiles prenden velitas creyendo que la minoría son ellos.
“El faraón no les escuchará y se endurecerá su corazón… Con mano fuerte dejará ir al pueblo”. Palabras proféticas. El poderoso no renunciará fácilmente y hará hasta lo imposible por preservar su poder. Es el faraón el que provoca las plagas que se desatan hasta cobrar la muerte de su primogénito, es decir, juega con fuego; juega con la amenaza y provoca la indignación, juega con el chantaje y provoca la violencia; después llama a la violencia que provoca, “intolerancia”, “totalitarismo” y demás chuscadas. “Toda la tierra seguía admirada a la bestia”, dice el Apocalipsis; ¿no es así la adicción de la gente a la televisión? “Profiere palabras llenas de arrogancia y de blasfemias contra Dios…, blasfemando en su nombre”. El mal se muestra como bien y el bien como el mal; inversión de toda ética, relativismo de todo criterio; por eso no hay marchas multitudinarias sino multimillonarias, las huelgas ya no son éticas sino estéticas. Mientras más se destapa la apariencia, más enferma el contacto con lo descubierto; por eso la rabia no puede hacer nido en nuestra causa, hay que condimentarla y hacer de la rabia sabiduría.
La derecha de hoy quiere estar a la moda. Una nota secreta, que circuló entre las damas de la Asamblea de la Cruceñidad, hacía alusión a un estudio de la New Age University: “el carácter estético de la huelga de hambre”. La noticia cundió entre las asistentes que, ante los vanos esfuerzos de la directiva masculina, no cesaba de armar un murmullo que parecía de disidencia. Esta vez, la asistencia femenina tomó la iniciativa, hasta les metieron el dedo a todos los varones (y ni Guiteras pudo decir nada porque ya había dicho que “mostrar el dedo en el Beni no era nada malo”) y amenazaron con dar el ejemplo ante la cobardía de sus maridos. Los cuales, para cuidar las apariencias, les convencieron de iniciar ellos la dieta. La noticia corrió entre los obesos y, previa cancelación de sus sesiones de aerobics, desempolvaron sus sleeping bags, no sin antes atracar diet coke y cheeseburgers (costeadas por el boss). Promociones Gloria, entendida en la anorexia, se ofreció a contratar los servicios estéticos necesarios para tal ocasión; mientras las damas y sus maridos hacían correr la inquietud: ¿si los indios pueden por qué nosotros no?
Un estudio reciente de marketing dio a conocer una preocupante caída en las ventas nacionales de Alfaguara; los preocupados fueron los ahijados de la editora global (porque para Alfaguara el negocio nunca habían sido ellos, que eran más bien la excusa, sino la reforma educativa). Los premios de novela (entre ellos ex-ministros neoliberales) tendrían nomás que atenerse a las consecuencias. Pero no contaban con el ingenio de los bolivianos. Red UNO ya tenía la novela de Juan Claudio Lechin para que el autor la firme en su huelga, motivando que la venta del libro ganador de un premio nacional de novela recupere su salud, como un favor a la cultura boliviana. En una confesión apresurada, el autor dejó entender que estaría preparando un relato épico (con el auspicio, claro, de Alfaguara, que ya se dio cuenta de lo que pueden las huelgas), cuyo Quijote sería Tutote y Sancho Samuelancho, Dulcinea sería una magnífica y los molinos de viento torres nacionalizadas de YPFB. Unitel ya le ofreció llevar el relato a la pantalla chica, con el nombre de: “El Ingenioso Empresario don Tutote de la Cruceñidad”.
El asunto es hasta histriónico. Pero que no nos lleve a la ira; ese es el favor que necesita el poderoso, porque en el desate de la violencia siempre salen perdedores los de siempre. Por eso juega con fuego, porque siempre paga para que otros sean los que se quemen (para eso tienen canales de televisión, para gozar desde palco la contemplación estética de la destrucción). Seguiré repitiendo, parecía más aconsejable atrasar la constituyente mientras se vayan realizando cambios trascendentales, como los actuales; pero nuestro vicepresidente decidió, casi por decreto, que el pueblo había entrado en franco retroceso y eso le bastó para que, desde arriba, se vaya tomando la iniciativa. Espero que el suceso en los Tajibos le haga reflexionar con quiénes había pactado una ley de convocatoria que ahora está entrampada por las concesiones que dio. Pero las cosas ya están dadas y hay que lidiar con lo hecho. Los dos tercios no son ninguna garantía para una constitución nacional-popular; sobre todo con unas agrupaciones de izquierda, como la de AYRA u otros, con continuos despistes, sólo por ganar protagonismo, siempre a favor de la derecha.
Todavía nuestro gobierno no tiene confianza plena en su pueblo y, sin embargo, ya señaló el Evo, cuando promulgó la ley de tierras frente a los pueblos indígenas: “siento que vienen ustedes y ponen orden”. Y aquello tampoco fue, como creen algunos despistados de izquierda, otro saludo al poder. Los indígenas fueron claros: “damos gracias, pero sentimos que todavía no cuentan con nosotros”, “hay ministerios que aun fallan”, “falta coordinación”. El poder viene del pueblo, no está en las instituciones y es la última legitimación de la democracia. Un cambio pacífico, como el que buscamos, con todas las resistencias posibles, sólo será posible junto al pueblo organizado y a la altura del momento histórico (sin encabritarse, por supuesto, gratuitamente, por algún despistado huelguista).

La Paz, Diciembre de 2006
Rafael Bautista S.
Autor de “OCTUBRE: EL LADO OSCURO DE LA LUNA”
Editorial “Tercera Piel”, La Paz, Bolivia
rafaelcorso@yahoo.com

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