11 marzo, 2007

8 de marzo día de la mujer trabajadora

Después de largos y terriblemente duros años de lucha, no se ha conseguido alcanzar iguales condiciones laborales, políticas y sociales para la mujer respecto al hombre. Por más que las instituciones públicas y las constituciones generosas, la carta internacional de los derechos humanos, etc., lo contemplen, la igualdad de derechos de todas las personas es una irrealidad palpable y evidente, que se manifiesta cruentamente en las relaciones de género que se dan en nuestra sociedad.
La mujer hoy, en nuestra tan “moderna sociedad”, sigue soportando insoportables -valga la redundancia- dosis de sexismo (llamémosle machismo): falta de reconocimiento profesional e infravaloración de las potencialidades de la persona por el hecho de ser mujer, cargas en las responsabilidades familiares infinitamente superiores a las de los hombres; salarios inferiores a igual tarea; mayores dificultades para acceder a puestos más relevantes en la empresa, la política, etc.; exposición diaria a un lenguaje generalizado cargado de machismo y estereotipos de todo tipo que condenar a la mujer, por el simple hecho de serlo, a peores condiciones de vida que los hombres.
Mucho queda por andar, aunque el camino andado no sea desdeñable. Esta lucha tiene sus avances y sus retrocesos. Por ejemplo: el tremendo drama que vivimos, el peor de los posibles, la abominable, detestable y vergonzosa violencia machista contra las mujeres que cada día, como un goteo incesante, se cobra una nueva vida de mujer a manos de “un hombre”. Otro ejemplo de estos retrocesos o atascos lo vemos en instituciones como la Iglesia Católica, o al menos sus representantes oficiales, que son mucha iglesia, que han responsabilizado de este drama, cínica, desalmada, indecorosa e interesadamente, y en más de una ocasión, a la propia victima. Sitúan el origen de la violencia de género en libertad que ha alcanzado la mujer para decidir. Y se quedan tan panchos y celestiales los muy animales. Pero claro, este es un ejemplo de cómo el machismo está instaurado en el tuétano de nuestra sociedad y es del propio hueso de donde debemos extraerlo.
El día internacional de la mujer trabajadora se justifica porque recuerda la lucha de la mujer por sus derechos y sus libertades. El día de la mujer trabajadora no puede quedarse en un mero día de celebración u onomástica, como si del día de los enamorados se tratara.
Muchas mujeres se han dejado la vida en esta lucha, desde antes de los terribles acontecimientos de Nueva York. Acontecimientos que marcaron un punto de inflexión para la lucha. En aquellas fechas de principios del siglo pasado, más de cien mujeres que defendían sus derechos como trabajadoras y también como mujeres, fueron asesinadas cobardemente, de la más vil de la maneras: los patronos prendieron, o mandaron prender, fuego a aquella fábrica e impidieron su salida de las trabajadoras para que allí murieran, quemadas.
Pero después de aquellos terribles acontecimientos, que desde luego marcan un hito en la lucha de la mujer, han seguido luchando, andando y dando imponentes ejemplos de lucha, dejándose la piel y, en muchas ocasiones, la vida por la causa.
Muchos han sido los logros, pero mucho es lo que está aún por conseguirse. En este, esperemos, último tramo de la lucha, alcanzaran los objetivos. Pero se exige el esfuerzo de todos, tenemos que levantarnos juntas y juntos, mujeres y hombres, hombre y mujeres, codo con codo y mano con mano, para luchar, no porque la tortilla se vuelva, sino para que se reparta equitativamente.
Y es que, esta sociedad, por más que airee lo contrario, no ha superado los mínimos de la sociedad justa que dice ser o aspira a ser, pues en sus esquemas básicos de funcionamiento está el sustentar la desigualdad como un valor. Esto, en el caso de las relaciones de género, se manifiesta en sus diferentes ámbitos de la forma siguiente:
Ámbito laboral: menor salario a igual desempeño; menor presencia en los puestos relevantes y directivos de la empresa; pérdida de empleo o dificultad para conseguirlo por ser futuras madres; mayores cifras de desempleo femenino; presión y exigencia mayor que al hombre en el desempeño de su tarea; acoso sexual en el trabajo; etc.
Ámbito Social: lenguaje social, formalmente aceptado, cargado de connotaciones sexistas de género masculino; la responsabilidad de la familia sigue recayendo básicamente en la mujer; baja remuneración en el trabajo y menores niveles de independencia económica; fuertes estereotipos que plantean tiránicas exigencias en la imagen o estética de mujer: vestimenta, constitución corporal, etc.; feminización de la pobreza; imposición de mayores limitaciones para acceso a la cultura; menores posibilidades de elección sobre su futuro; poca presencia en los puestos de responsabilidad públicos y privados; etc.
En el ámbito familiar: mayor peso afectivo: reconociendo el plano afectivo como responsabilidad básicamente de la mujer; mayor peso en la responsabilidad y desempeño de las tareas domesticas y el cuidado de los hijos; relaciones de dominio y posesión del hombre sobre la mujer; situaciones del maltrato físico y psicológico; etc.
Esta claro que todas estas manifestaciones sexistas-machistas tiene una fuerte repercusión negativa el ámbito de lo personal, en el aspecto psicológico, afectando a la mujer, entre otras cosas, en: exceso de asunción de responsabilidades en el ámbito la familia; sentimiento de culpa; muy alto nivel de autoexigencia, desajustes en el autoconcepto y autoestima, etc.
Es contra todo ello, el colectivo de mujeres más conscientes de esta situación. Lleva muchos años luchando y dejándose la piel en ello. Pero aún queda mucho por andar, así que andemos. Levantemos la bandera de la justicia, la bandera de la equidad, la bandera de la causa de la mujer trabajadora. Porque es la causa de las sociedades más justas y por tanto causa común y del género humano y por supuesto de las organizaciones que se consideren de izquierdas y revolucionarias.
Hay un poema de Pablo Neruda, y que invita a luchar, levantando la bandera común. Yo quiero sumarme contigo y tomar la bandera que simboliza la lucha de la mujer trabajadora:

… pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria…
(Pablo Neruda)
Miguel Mata Betancor. Es militante de UNIDAD DEL PUEBLO
Miguel Mata info@unidaddelpueblo.org
Tomado de Bentayga

CARACOL DE RESISTENCIA HACIA UN NUEVO AMANECER

JUNTA DE BUEN GOBIERNO EL CAMINO DEL FUTURO

Chiapas, México. 2 de marzo 2007.
A la sociedad Civil Nacional e Internacional
A la opinión pública
A la prensa Nacional e Internacional
A la organización de los derechos Humanos
Hermanos y hermanas:

La Junta de Buen Gobierno y juntamente con los cuatro Municipios Autónomos Rebeldes Francisco Gómez, San Manuel, Ricardo Flores Magón, Francisco Villa, denunciamos a las organizaciones como antes eran PAZ Y JUSTICIA y ahora lo cambiaron el nombre que es URCI, que son de TUMBALA y del ejido Egipto, Municipio de Salto de Agua están provocando problemas con nuestros bases de apoyo zapatistas en el Nuevo poblado Emiliano Zapata que pertenece en el Municipio Autónomo Ricardo Flores Magón. Ya hace 1 años que están provocando problemas en las tierras recuperadas de 1994. El marzo pasado del 2006, estas mismas personas que entraron a trabajar en ese poblado, los autoridades de este municipio citaron a sus dirigentes, presidente regional Julio Cesar Pérez que es originario de Tumbalá y Francisco López Méndez, delegado de URCI, originario de Egipto de municipio de Salto de Agua, para buscar una solución pacífica, y ellos no entraron a la razón. El mes de abril entraron a provocar con armas de fuego y disparando al aire bloquearon el camino, para no poder pasar a los compañeros, y robaron 6 zontes de elote y entraron a construir sus casas, cortaron mangueras de toma, y robaron chiles, y tumbaron 500 matas de plantío de cacao, y robaron 10 guajolotes, 20 pollos. El pasado mes de julio del año 2006 entraron a provocar con disparos de arma de fuego. El día 14 de julio entraron de nuevamente a provocar con armas disparando 6 tiros de escopeta, 20 tiros de calibre 22 desalojando los compañeros y lo desbarataron las casas, obligados de salir en su poblado, y cuando salieron los compañeros dejaron sus casas, 16 hectáreas de milpa de año, maíz asenado en el troje, frijoles, animales domésticos como cerdo, pollos, guajolotes, ropas de usos familiares y todos lo llevaron los paramilitares.

El pasado mes de febrero regresaron de nuevamente los compañeros en sus tierras. El día 26 de febrero de 2007 entraron de nuevamente los paramilitares que son de Egipto a ofender los compañeros donde están trabajando, llegaron con armas de fuego y empezaron a disparar. El día miércoles 28 de febrero de este año entraron de nuevamente como a las 11.00 de la mañana a provocar se pusieron a trabajar pero ahí salió enojado a Francisco Jiménez Álvarez de Tumbalá disparó, y ahí llegaron otros 10 personas armados. El día viernes 2 de marzo de este mes llegaron de nuevamente los paramilitares de Egipto y de Tumbalá y entraron a trabajar como 30 personas con armas que usan los federales, y tumbaron plantas frutales.

La junta de buen gobierno de los 5 caracoles y tanto los bases de apoyo del EZLN levantamos nuestra voz para decirle al mundo que los terrenos recuperadas desde el año de 1994 que lo vamos a defender a la buena o a la mala con nuestros pueblos, porque ya hemos derramado sangre con nuestros pueblos para defender nuestra madre tierra.

Le decimos al a los gobiernos federal, estatal, municipal, y a los dirigentes de las otras organizaciones que están provocando problemas dentro de nuestros territorios autónomos, que son los responsables de esta provocación con los bases de apoyos zapatistas. Nosotros como zapatistas no estamos provocando problemas, porque estamos respetando a las otras organizaciones, pero si ellos no nos respetan tampoco nosotros los respetaremos y tenemos que defender nuestro derecho como zapatista.
Es todo por el momento.

David Méndez Trujillo
A. María Hernández Jiménez
Joaquín Albores Cortes
César Sánchez Gómez

Día de lucha de las mujeres trabajadoras

El Día Internacional de la Mujer tiene sus orígenes en las luchas de las mujeres de la clase obrera por su emancipación y en las iniciativas de los partidos socialistas de Estados Unidos y Europa.
Las socialistas norteamericanas fueron las pioneras en instaurar jornadas de reflexión y de acción, denominadas “Día de las Mujeres”. La primera de las estas se realizó el 3 de mayo de 1908 en el teatro Garrick de Chicago, donde se llamó a pelear por el voto femenino, la defensa de los derechos laborales de las trabajadoras y contra el creciente militarismo.
En 1910 se organizó la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, donde la delegada del Partido Socialista Alemán, Clara Zetkin, propuso la fecha del 8 de marzo para hacer una jornada mundial de lucha de las mujeres trabajadoras. La fecha fue elegida para homenajear a las 129 obreras de la fábrica Cotton de Nueva York que murieron durante un incendio en 1857, desatado antes de que pudieran salir a participar en una marcha de protesta. Clara Zetkin dirigía por entonces el periódico de las mujeres “La Igualdad”, que llegó a tener una tirada de más de 100 mil ejemplares.
El 8 de marzo de 1911 se llevó a cabo la primera acción de carácter internacional. Más de un millón de mujeres se movilizaron en distintos países de Europa y EE.UU., demandando el derecho al voto, la igualdad de oportunidades para ejercer cargos públicos y el derecho al trabajo. Desde entonces, las trabajadoras de la industria tuvieron un lugar preponderante al frente de las movilizaciones, protagonizando heroicas huelgas contra el trabajo infantil, por la jornada de 8 horas, la seguridad en el trabajo y la igualdad de derechos políticos y sociales.
En 1913 las mujeres rusas celebraron por primera vez su día, bajo la denominación de “Día Internacional de las Obreras”. Salvajemente reprimidas por la policía zarista, algunas de las organizadoras fueron deportadas a Siberia.
En 1917 (en medio de la Primera Guerra y contrariando las órdenes de las dirigencias de sus partidos) las trabajadoras rusas de San Petersburgo, salieron a las calles exigiendo pan y el regreso de los soldados del frente. Esa manifestación, a la que se unieron trabajadores y estudiantes, es considerada el detonante de la Revolución Rusa. Cuatro días más tarde, el Zar se vio obligado a renunciar y después de eso, el Gobierno Provisional otorgó el derecho a votar a las mujeres.
A partir de la década de los 60 se desarrolló el movimiento por la liberación de la mujer, en medio de un enorme proceso de luchas de la clase obrera y los pueblos del mundo, como el mayo Francés, la lucha por la igualdad de derechos de los negros en EEUU, la guerra de Vietnam, la Revolución Cubana, el Cordobazo etc.
Ese movimiento progresivo logró movilizar a importantes sectores de mujeres de la clase media y trabajadora, imponiendo reformas legislativas en el campo social, familiar y del trabajo, como el acceso a los anticonceptivos, la legalización del aborto, las guarderías en los lugares de trabajo, la protección a la maternidad, la ley de divorcio, la patria potestad, la igualdad para ejercer cargos públicos, etc. Por eso, sólo en la década del 70, el Congreso de los Estados Unidos tuvo que a aprobar 71 disposiciones relativas al “problema” de la mujer.

Cruzada contra las mujeres

En 1975 la Naciones Unidas establecieron que el 8 de marzo debía celebrarse el Día Internacional de la Mujer. Esa resolución estuvo dirigida a contener y canalizar dentro de los marcos del sistema capitalista las demandas democráticas de más de la mitad de la especie humana. Desde entonces los representantes de la clase burguesa “institucionalizaron” el 8 de marzo para negarle su carácter de clase y socialista.
La nueva reacción económica, política, militar e ideológica, dirigida por el propio jefe del sistema capitalista patriarcal, el presidente de EE.UU., y secundada por el Papa Ratzinger, no puede permitir que la lucha de las mujeres se transforme en el detonante de luchas que terminen cuestionando al sistema de explotación que ellos defienden.
En función de eso pusieron en marcha una durísima ofensiva contra las mujeres al servicio de liquidar sus derechos más elementales, como el libre acceso al uso de anticonceptivos, la educación sexual o el aborto legal, que todavía está vigente en la mayoría de los países del mundo.
Estos fundamentalistas occidentales (utilizando la espada amenazadora de la religión) se intentan ubicar como los más grandes “defensores de la vida”, cuando en realidad lo único que pretenden defender es el dominio de las clases explotadoras; sosteniendo y perpetuando el rol de madre, esposa y ama de casa de la mujer, para que cumpla eficazmente su función de reproductora de fuerza de trabajo y esclava doméstica. ¡El sistema capitalista, en su fase terminal y camino a la barbarie, sólo puede ofrecer más miseria, opresión y explotación!
Las socialistas revolucionarias, que seguimos reivindicando al Día de la Mujer como una auténtica jornada de lucha repudiamos esta campaña reaccionaria y llamamos a enfrentarla, movilizándonos en todo el mundo por nuestros derechos, en contra de la opresión y la explotación.
Declaramos que nada tenemos que ver con aquellas mujeres, como Condolessa Rice, Cristina Kirchner, Bachelet, Susana Rueda o Amalita Fortabat, defensoras de un sistema en el que la ganancia de unos pocos contiene la sangre, el sudor y las lágrimas de millones de mujeres, niños y hombres explotados. La lucha por la liberación de la mujer solo podrá avanzar, si forma parte de la lucha del conjunto de los explotados y oprimidos en contra del sistema capitalista y para imponer la sociedad en la cual la liberación será posible, el Socialismo.
La mujer trabajadora, que sufre la opresión de género y la explotación capitalista, está llamada a cumplir un rol dirigente en esta lucha. En su tremenda determinación y coraje, en su fuerza y consecuencia están depositadas las esperanzas de alcanzar la liberación de la esclavitud doméstica de siglos y acabar con la desigualdad y la ausencia de derechos. Por eso, en este nuevo aniversario del día de la mujer, las socialistas gritamos fuerte: ¡Paso a la Mujer Trabajadora!

María Álvarez

La mujer en la edad media

El renacimiento terminó con las conquistas femeninas de los siglos XI al XIII
La mujer en el Medioevo? La frase misma evoca inmediatamente en la mente de cada cual una serie de imágenes más o menos variadas pero que, en su conjunto, se resumen en lo siguiente: el Medioevo es la gran época oscura y medio bárbara (en oposición a la época que seguirá y será llamada «Renacimiento») de opresión de los «menudos» por un puñado de feudales, de los hombres por la Iglesia y de las mujeres por todos. En seguida se mencionan, conjuntamente, el cinturón de castidad, el «derecho de pernada», la persecución de las brujas y el famoso «concilio» del año 585, en el cual se llegó incluso a discutir -entre hombres- si la mujer poseía o no alma.

De hecho, la situación así examinada no parece muy favorable a la mujer; y las «circunstancias» que rodean la vida en la Edad Media del ser humano en general: inseguridad, guerras, epidemias, hambres, peso del poder feudal, tradición jurídica heredada a la vez de los romanos y del derecho germánico, y finalmente poder ideológico de la Iglesia, no pueden sino resultar todavía más perjudiciales a la parte femenina de la población. Y así es, desde luego, en la Alta Edad Media: el marido puede matar a su esposa adúltera después de perseguirla a latigazos, desnuda, a través del pueblo. La multa impuesta al asesino de una mujer es la mitad del precio de la muerte de un chico hasta los 14 años (época de la fertilidad femenina), superior al del varón entre los 14 y 20 y, a partir de los 20 años, seis veces inferior. La mujer sierva o esclava no puede casarse fuera del dominio de su señor y, si lo hace, sus hijos serán repartidos entre su señor y el de su marido. La mujer no elige, por supuesto, marido, pero acepta el que ha escogido su padre o su «linaje» por brutal, viejo o, al contrario, joven y amante que sea. De todas formas, corre siempre el riesgo de ser violada por algún bandido o por un señor rebelde y enemigo, de ser raptada, o de ser repudiada y condenada al convento si no a la muerte, según el buen parecer y deseo del hombre en general y del suyo en particular.

Eternamente menor de edad, la mujer pasa del «poder» de su padre al de su marido y no puede actuar nunca sin el permiso o la «licencia» de este varón. Y no Hablemos finalmente de las condiciones de vida y existencia de la mujer de un labrador, de un miserable artesano en las ciudades, o de las viudas que componen la gran mayoría de la población pobre socorrida en las ciudades del final de la Edad Media. Tal es, más o menos, el retrato somero del destino de la mujer en el Medioevo. El hecho de que, al mismo tiempo, estos largos siglos de «oscurantismo» -unos diez siglos- hayan presenciado la aparición del culto de la Virgen María (siglo XII); que hayan fomentado la poesía de los trovadores, las «cortes de amor» y el amor cortés; y que hayan sido jalonados por figuras femeninas, reales o ficticias, como las de Eloísa, de Isolda, de Maria de Molina o de Juana de Arco, no consigue sobreponerse a la «leyenda negra» que no ve más, en la época medieval, que cadenas; cinturones de castidad, tornos o potros, «derecho de pernada» y en general, una denegación total de la mujer hasta como ser humano.

Se deduce así, lógicamente, que desde la Edad Medía hasta nuestros días, el transcurrir de los años, decenios y siglos ha significado una evolución positiva, continua, ascendente de la mujer, tanto en lo que toca a la visión que de ella tiene la sociedad como la que ella lleva sobre sí misma. A lo largo de esta evolución, que se inicia en la «nada», en lo que sería el punto cero -la Edad Media-;- para llegar a nuestros días, algunas épocas como el Renacimiento y el Siglo de Las Luces jugarían un papel fundamental en la «liberación» de la mujer, hasta desembocar en la aparición del «feminismo» con las sufragistas de fines de siglo pasado, inicio a su vez de los movimientos actuales.
Sin embargo, si dejamos de lado estos conceptos «prefabricados» -heredados a menudo del siglo XIX romántico, y generalmente asimilados sin crítica previa para asomarnos un momento a la realidad medieval que se transluce de un estudio riguroso y científico, el panorama cambia.

Derecho de pernada
Sin ir más lejos, empecemos con este famoso «ius primae noctis» o derecho de la primera noche, vulgarmente llamado derecho de pernada. Este derecho existió efectivamente, escrito u oral, en el corpus jurídico medieval. En la práctica, no se atestigua más que en la época en que" se ha convertido a menudo en el pago de una cierta cantidad monetaria al señor por el campesino que se casa; en los casos en que este derecho señorial no fue transformado en un censo más, la «ceremonia» consistía en que el señor -literalmente- franqueaba de una zancada el cuerpo de la novia y recibía a cambio un par de gallinas o un bote de miel.

Si examinamos además esta costumbre «bárbara» y «arcaica» a la luz de los estudios etnológicos actuales, nos damos cuenta de que, en muchas sociedades llamadas primitivas, existe una especie de «tabú» de la sangre virginal en el momento de la desfloración; siendo ésta una operación que libera fuerzas malignas, al liberar sangre, se la confía a menudo a manos investidas de más poder -mágico, religioso u otro-, como las del padre o de la madre de la chica, del sacerdote-brujo, de un extranjero o del jefe de la tribu.

Enfocado así, nuestro famoso «derecho de pernada» no es más que la supervivencia, en una sociedad todavía no cristianizada en profundidad, de unos ritos ancestrales de tabú de la sangre virginal; y deja por lo tanto de ser una manifestación más de la opresión sádica y arbitraria que ejercería el señor sobre su inferior .

No olvidemos, por otra parte, que el señor suele vivir dentro de un grupo que incluye su familia en el sentido amplio, sus criados de ambos sexos y los niños nacidos en el castillo, legítimos o bastardos (como lo demuestran las últimas investigaciones del historiador francés Georges Duby), y que las novias de sus siervos o campesinos no deben aparecernos como siempre guapas y jóvenes; en una sociedad rural que padece hambre y epidemias, se las puede más fácilmente imaginar como prematuramente marcadas, sucias, cubiertas de piojos y pulgas y, por lo tanto, seguramente poco apetecibles. Al señor, en general, le debía ser mucho más provechoso convertir esa «obligación» de su parte en una renta más, a pagar por el novio en el momento de la boda.

Otra «leyenda negra» achacada a la Edad Media: la persecución de las brujas por la Inquisición que, después de torturarlas, las enviaba inevitablemente a la hoguera al mismo tiempo que los gatos o gallos negros. La realidad, no obstante, resulta ser algo diferente. Desde el siglo VI, en numerosos concilios, se condena a los que creen en la brujería, en los demonios familiares de las prácticas mágicas y en las supersticiones en general; condenación moral cuya repetición revela a la vez su ineficacia y, a fin de cuentas, la escasa importancia que le daba la Iglesia a ese «pecado». A lo largo de los siglos X a XIII, los «penitenciales» -o manuales para los confesores- sólo dictaban rezos y penas monetarias para esos casos. Se puede considerar pues que ésta fue la actitud -moderada- y la opinión extendida durante la mayor parte de la época medieval en lo que concierne a la brujería. Pero ¿y las persecuciones? ¿Y las hogueras? A este respecto, tenemos que constatar que las mayores persecuciones «anti-brujas» son contemporáneas, no del Cid Campeador, de Raimundo Lulio o de Pedro el Cruel, sino de Miguel Ángel, de Erasmo y de Cervantes.

La época más negra, que iluminan las hogueras de brujas, es el siglo «renacentista», cuya ideología se basa en un «manual del perfecto inquisidor de brujas», el Malleus Maleficarum, escrito en 1486 por los Dominicos alemanes: de esa fecha en adelante, el «herético», paradójicamente, es el que no cree en la existencia de los demonios, de los maleficios, de la brujería, de los brujos y brujas, de las metamorfosis y del aquelarre. Los grandes siglos de la brujería vasca, estudiada por Julio Caro Baroja, son el XVI y el XVII. La opinión general del medioevo que ve en el brujo un resto de paganismo, y en la que se dice poseída por el demonio una enferma que hay que llevar al santo para que la cure, se tiñe entonces de un extraño matiz «moderno».

Admitido esto, queda una objeción fundamental: la Edad Media, fundamentando su argumentación en las actas del «Concilio» de Mâcon, llegó hasta plantearse el problema de si la mujer tenía o no tenía alma. Curiosamente, esta mención del tema de los debates del dicho concilio no apareció sino en un escrito anónimo holandés publicado en el siglo XVI; tema éste cuyo éxito no se desmintió hasta nuestros días. ¿Misógino hasta este punto, el Medioevo? Averigüémoslo. En primer lugar, en el año del Señor de 585 no se reunió ningún «concilio» -que se comprende como reunión de la Iglesia en su mayoría-; tuvo lugar, eso sí, un Mâcon, un sínodo provincial, o sea, la reunión de los clérigos de una diócesis o de una provincia para discutir problemas eclesiásticos, y no teológicos.

El estudio de las actas de este famoso sínodo no revela en ningún momento que se haya planteado y discutido el tema de la existencia del alma de la mujer. Tenemos que recurrir al primer historiador-cronista de la época franca, a Gregorio de Tours; para encontrar lo que puede haber originado mucho más tarde la interpretación que conocemos. Gregorio de Tours nos dice, en efecto, que en medio de los debates que se llevaban en latín, uno de los presentes -sin duda con problemas para con los idiomas en general y el latín en particular- se extrañó que el término «homo» (hombre) se aplicara también a la mujer. Un latinista nunca hubiera cometido este error lingüístico de confundir el término «homo» que se aplica al hombre en general, o sea, al ser humano, con el vocablo «vir» que designa específicamente al varón. El problema era pues lingüístico y no filosófico. Pero -y seguramente muy a pesar de su autor- la frase iba a hacer fortuna. Una fortuna que, seamos justos, empieza en él siglo XVI con este escrito misógino holandés -muy de acuerdo por otra parte con el pensamiento renacentista sobre la mujer-, crece durante el siglo XVIII y, cuando la Revolución francesa, vuelve a repetirse en una petición de las mujeres en 1848 y no ha menguado hasta nuestros días. ¿El Concilio de Mâcon? Una invención moderna.


«Deficiencia de la naturaleza»

El estudio de la «condición femenina» en la Edad Media nos deja percibir una realidad que, lejos de ser simple en su negatividad, se revela como mucho más compleja. En el proceso de acercamiento a esa realidad de la mujer medieval, señalaremos en primer lugar el marco jurídico e ideológico en el cual se desenvuelve su vida, antes de detenernos un momento en la realidad «social» y en la realidad «personal» de esta vida.

El Derecho medieval, heredero del Derecho romano y del Derecho germánico, y cuyo ejemplo más elaborado es el derecho feudal, a pesar de sus variedades y divergencias, suele considerar a la mujer como a un ser menor de edad, «incapaz» en general. En los países de derecho oral basado sobre las costumbres, quizás más emparentado con la legislación germánica, no se reconoce la tutela paterna sobre la mujer mayor de edad, pero sí la potestad marital. En los países de derecho escrito -que corresponden a la Europa meridional: Italia, Península Ibérica, Sur de Francia-, a la «potestad» del padre sigue la del marido. La mujer, en la mayoría de los casos, no puede disponer de su fortuna, administrar sus bienes, o presentarse ante un tribunal; para cualquiera de estas gestiones, la presencia de un hombre -padre, marido, hermano o tutor- es imprescindible. Esta incapacidad jurídica total de la mujer puede parecernos muy arcaica; no olvidemos, sin embargo, que hace poco más de siglo y medio, el llamado Código Napoleónico la consagraba y le daba una nueva vida, que perdura 10davía en sus líneas maestras.

Junto al Derecho, la ideología dominante -para utilizar términos actuales- se mostraba más que hostil a la mujer. La Iglesia Romana, basándose en numerosas referencias bíblicas, asimilando la doctrina culpabilizadora de San Agustín y dirigiendo finalmente el aristotelismo en el siglo XIII, promociona a nivel social lo que se puede considerar como una gran campaña «antifeminista», A pesar de las opiniones de Abelardo y de Robert d' Arbrissel, a finales del siglo XI, que proclamaban la igualdad del hombre y de la mujer, la imagen que se impone es la de la mujer como tentadora, como ser débil, pecadora, creada del hombre y para él.

Con Tomás de Aquino (1225-1274). Santo y doctor de la Iglesia, esta «hija de Eva» se convierte en «una deficiencia de la naturaleza» que es «por naturaleza propia, de menor valor y dignidad que el hombre»; tras una rigurosa y aplastante demostración, el teólogo afirma que «el hombre ha sido ordenado para la obra más noble, la de la inteligencia; mientras que la mujer fue ordenada con vista a la generación». Finalmente, el maestro que dedicara tantas horas y tantos libros a la cuestión fundamental del sexo de los ángeles, termina diciendo que es evidente que para cualquier obra que no sea la de la reproducción, «el hombre podía haber sido ayudado mucho más adecuadamente por otro hombre que por una mujer». No es de extrañar, pues, que el derecho canónico, elaborado en su mayor parte en este ambiente en los siglos XII y XIII, nos aparezca como tan misógino.

Acceso a la cultura
Pero entre las «superestructuras» jurídicas e ideológicas y la realidad «bajamente material», no se da siempre la simbiosis y la adecuación perfecta. ¿Cuál es, pues, la realidad social y personal de la mujer del medioevo? A nivel «social», conviene destacar la presencia o la ausencia femenina en el acceso a la enseñanza, al trabajo y al poder.

En sentido contrario a lo que suele creerse, en la Edad Media existe, a nivel del saber y de la enseñanza, una relativa pero cierta igualdad. Empezando por las capas «bajas» de la sociedad, en su mayoría campesinas, se advierte una ausencia generalizada de instrucción, tanto para los hombres como para las mujeres; éstas participan así de las conversaciones y de la vida social en posición de igualdad con sus maridos o hermanos. En un tipo de sociedad en el cual reina el analfabetismo, la transmisión oral de la cultura se realiza tanto a través de la madre o del padre a los hijos, como entre vecinos o vecinas, etc. En su obra titulada Montaillou, village occitan. 1294-1324. al referirse a este pueblo de los Pirineos orientales, Emmanuel Le Roy Ladurie escribe: «El discurso femenino por lo tanto está, en este período, tan cargado de sentido y de seriedad como el discurso masculino» (p. 383); de hecho, las campesinas de este temprano siglo XIV hablan como -o con- sus hombres de resurrección final, de catarismo o de catolicismo, tanto como de habladurías sobre el cura, un vecino o unas vecinas.

A un nivel social un poco más alto se encuentra ya una mayor diferenciación, ya que los que más estudios prosiguen son los clérigos; y la clericatura se mantuvo celosamente reservada a los varones, a pesar de la rebeldía femenina contra ese «monopolio» expresada por la abadesa de Las Huelgas de Burgos y por la de Palencia en el siglo XIII. Esa contestación costó a las abadesas la confiscación de sus rentas y la excomunión. Sin embargo, desde el siglo VI, se exigía que las monjas supieran leer y escribir. Y se puede así observar que desde los primeros siglos de la Alta Edad Media y hasta más o menos el siglo XIII, los conventos dieron una educación y una cultura no sólo a las que iban a ser monjas sino también a aquéllas destinadas «al siglo».

Enrique Finke, en su obra clásica La mujer en la Edad Media. No duda en escribir: «Basta con recorrer los manuscritos de diferentes bibliotecas, escritos y redactados por canonisas de diferentes fundaciones del siglo XI. Estas mujeres conocían a Ovidio, Horacio y Virgilio... Con facilidad componían versos latinos para un amigo docto» (p 53). El caso de Eloísa, que conocía el latín, el griego. El hebreo y conoció a Abelardo cuando fue a seguir su clase de teología, es el ejemplo más conocido de esa cultura femenina medieval. Una prueba del interés intelectual de la mujer en esa época se encuentra en el párrafo que se añadió al Sachsenspiegel -recopilación de costumbres germánicas- en 1270: «Siendo cierto que los libros no son leídos más que por las mujeres, deben por lo tanto corresponderles en herencia». Con esta frase, nos encontramos ya muy lejos de la visión tradicional de la mujer medieval analfabeta, sin cultura, relegada a las tareas más humildes.

Resulta interesante, además, en este panorama, notar el gran interés y la gran participación de las mujeres en todos los movimientos heterodoxos o «heréticos» que surgen a lo largo de los siglos XI a XV. Participación en plan de total igualdad con el hombre en los movimientos Cátaro, Valdense o Husita, quizás porque representaban una promoción de la mujer a nivel religioso e ideológico, promoción que le negaba el catolicismo...

A partir del siglo XIII, con el desarrollo de la vida urbana, se crean escuelas comunales. En 1320 existía en Bruselas una escuela para niños y otra para niñas; en esta última enseñaban unas maestras pagadas por la ciudad. Si París, en 1272, disponía de once escuelas para niños y sólo una de niñas, en 1380 se contaban veinte más para las niñas. La enseñanza era gratuita e incluía lectura, cálculo, canto, escritura y enseñanza religiosa. Existían también, en esta época, escuelas «privadas» para niñas, principalmente en Flandes y Alemania.

Durante ese mismo siglo XIII, las primeras universidades se convierten en los crisoles de la cultura europea. La mayoría de ellas eran fundaciones eclesiásticas y estuvieron prohibidas a las mujeres. Sin embargo, el ambiente intelectual y el afán de saber existían entre la población femenina, hasta el punto de que en Polonia, en el siglo XIV, una joven se disfrazó de hombre para ir a seguir los cursos de la universidad de Cracovia; al cabo de dos años, se descubrió el fraude y fue expulsada. Sin embargo, en Salerno, Italia, funcionó a partir del siglo X una escuela libre de medicina que otorgaba sus diplomas a mujeres, concediéndoles licencia para practicar la medicina y la cirugía. En Bolonia y en Montpellier también hubo gran número de estudiantes femeninas en medicina, algunas de ellas dejaron escritos tratados de ginecología. A partir de final del siglo XIII, se señala la presencia de mujeres practicando la medicina, la cirugía y la oftalmología en las grandes ciudades europeas, París, Londres, etc. La mujer, sin embargo, se vio poco a poco sustituida por el varón en la práctica del arte de la medicina y cirugía, para desaparecer finalmente de esta profesión en el siglo XVI. De ésta y de todas las demás...

Sin exagerar el alcance de la instrucción y de la cultura a nivel de conjunto de la población femenina medieval, no debemos olvidar que la sociedad medieval es una sociedad económica y socialmente subdesarrollada», que no dispone de los «mass media» actuales, ni siquiera de la imprenta (inventada al final del siglo XV), que supondrá, según palabras de Carlo Cipolla en Educación y Desarrollo en Occidente: «no sólo la demanda de instrucción como inversión sino también, y sobre todo, la demanda de instrucción como bien de consumo». No podemos olvidar, por ejemplo, que a finales del siglo XIII, había en Florencia unos 8 a 10.000 niños y niñas aprendiendo a leer, de una población total aproximativa de 90.000 habitantes. Con la aparición del libro impreso, la cultura se extendió mucho más rápidamente y propagó a través de toda Europa las ideas y los ideales renacentistas..., pero-ya no alcanzó más que a los varones. El mundo intelectual y artístico se abre a nuevas influencias y a nuevos horizontes, pero excluye definitivamente a la mujer y se reduce a la parte masculina de la humanidad. El «renacimiento» es la muerte intelectual y artística de la mujer.



Acceso al trabajo

Pero la presencia de la mujer en la sociedad y su papel en ella se manifiestan al mismo tiempo por el grado de acceso al trabajo -al trabajo «productivo», por oposición al trabajo doméstico o trabajo «improductivo», así denominado por los que no lo realizan.

En la economía rural la mujer nunca estuvo ausente, compartió con los varones las diversas tareas de la siembra, las mieses o la cosecha, el cuidado de los animales y el mantenimiento de la casa. La situación no ha variado desde hace siglos, si no milenios. Puede ocurrir que ciertas tareas, como la de buscar el agua, cuidar del fuego, cocinar, o incluso llevar el trigo al molino, sean reservadas más específicamente a la mujer, mientras que el hombre ara, se ocupa del ganado y lleva los paños al batán, División del trabajo pues, pero trabajo al fin y al cabo, y duro.

A partir del siglo XI y del principio del desarrollo urbano, con la aparición de una burguesía cuya base económica no es la tierra sino la artesanía y el comercio, se desarrollan nuevas formas de trabajo. La incorporación de la mujer al trabajo -dividido en «oficios» o «artes»- se realizó a menudo a través de la asociación familiar: la mujer ayuda a su marido en el oficio de éste, y luego le sustituye o le sucede. En el seno de esta misma asociación familiar, el padre enseña su arte a hijos e hijas. Tenemos un ejemplo brillante: las dos estatuas que representan la Iglesia y la Sinagoga en la catedral de Estrasburgo son obra de Sabina, hija y sucesora de su padre, el gran escultor von Steinbach.

De hecho, en el siglo XIII, la incorporación femenina al trabajo en las ciudades es una realidad. Los oficios que desempeñan las mujeres y en los cuales tienen un casi monopolio son, principalmente, los textiles y la confección -hilanderas, tejedoras, tintoreras, costureras o sastras y hasta lavanderas-, los relacionados con la alimentación -oficios de panaderas, «verduleras», o fabricantes de cerveza (que en Inglaterra era monopolio femenino)- y los de «taberneras» y «mesoneras». Se les encuentra también en los trabajos del cuero y del metal e, incluso, se advierte la presencia femenina en la construcción -en el transporte de material y fabricación del mortero- y en las minas inglesas a partir del siglo XIV.

En los «oficios» reservados a las mujeres se encuentra la tradicional jerarquización medieval que va del aprendiz al maestro, pasando por el obrero o compañero. Se trata, pues, de una ascensión de aprendiz a la maestra, con el período intermedio, o a veces definitivo, de obrera compañera. Hay en esto igualdad total entre el hombre y la mujer trabajadores. Incluso se estipulaba en Alemania que el viudo podía suceder a su mujer «maestra» al frente del negocio, como la mujer a su marido «maestro».

No obstante, en términos generales -y eso no es para sorprendernos-, los salarios femeninos solían ser inferiores a los masculinos y las más desfavorecidas eran las obreras que trabajaban en su domicilio. De ahí la participación de las mujeres en todos los movimientos revolucionarios que agitaron el «popolo minuto» de las ciudades medievales. No debemos olvidar que una nueva incorporación de la mujer al trabajo se realizó al principio de la era industrial -finales del siglo XVIII -y se efectuó sobre bases casi iguales: minas o industria textil, y salarios inferiores a los que cobraban los varones. El proceso siguiente a la fase de la incorporación femenina al mundo laboral presenta, tanto en el caso del final de la época medieval como en el de la segunda fase de la industrialización, unos rasgos muy similares. En 1461 en Inglaterra, se denunció el trabajo femenino como la causa de la falta de trabajo para el hombre. Poco a poco las diversas legislaciones europeas prohibieron el empleo de las mujeres en los oficios y éstas fueron paulatinamente sustituidas por varones en las artes que desempeñaban. Hacia 1600, la mujer habla desaparecido prácticamente de la vida profesional. El siglo XVI marca así, una vez más, una regresión en lo que hoy día se suele llamar la liberación de la mujer. Este «renacimiento» mercantilista, que antecede a la era capitalista, significa la muerte de la mujer como entidad económica activa dentro de la sociedad. Y el «siglo de oro» la encontrará encerrada en casa, dedicada a la educación de sus hijos pequeños, a la cocina y a los cuidados destinados a un hombre, su hombre, el marido.



Clausura, matrimonio, prostitución


A nivel de la vida pública no es preciso mencionar la parte activa que tomaron mujeres como María de Molina en España o Blanca de Castilla, madre del rey San Luis, en Francia.

Si la participación a la vida activa y política fue generalmente vetada a la mujer -y esto no es para extrañarnos: la mujer, hoy día, en numerosos países «evolucionados» no tiene posibilidad de intervención en la vida pública, y menos aún si está casada- se advierten sin embargo varios casos en los cuales las «burguesas», participan en la asamblea comunal con los «burgueses» o elegían diputados para las asambleas generales. En las cofradías y en los gremios ocurrió incluso que se designara por elección a una mujer como dirigente.

La desaparición de la población femenina de la vida cívica empieza, al par que su desaparición en el dominio cultural y profesional, en los últimos siglos de la Edad Media, En 1431 se acusó y se quemó públicamente a una mujer por haberse atrevido a llevar un atuendo masculino y actuar como un varón: se llamaba Juana de Arco.

En cuanto a lo que pudiéramos llamar la «realidad personal» de la mujer medieval, ésta difería poco, en muchos aspectos, de la realidad personal de una mujer contemporánea nuestra. En ambos casos, el campo de elección de la mujer -haya estudiado o no, ejerza una actividad fuera o dentro de casa y tenga o no acceso a la vida cívica- es muy reducido: el matrimonio, el convento... o la prostitución, En esto, se ha adoptado el esquema tradicional de nuestra civilización, reforzado por la «teoría oficial» de la Iglesia Católica: tomando como punto de partida que la mujer es naturalmente y por esencia un ser malo y pecador, para salir de este postulado se le ofrece la imagen de María, con sus dos facetas: la de virgen (el convento} y la de madre (el matrimonio).

No vamos a hablar aquí detalladamente de la vida monástica femenina en la Edad Media. Sino para subrayar que la clausura total, que es típica de los siglos XVI y XVII y que subsiste en el nuestro, no consiguió imponerse hasta finalizado el siglo XV, a pesar de los repetidos esfuerzos de la jerarquía eclesiástica.

El matrimonio, por su parte, sea legal o ilegal -el matrimonio «de hecho» o concubinato será una de las constantes del Medievo, socialmente aceptado por una humanidad cuyo sistema de valores escapa todavía a la acción moralizadora de la ideología dominante-- no ofrece características particulares: las mujeres se casan jóvenes con hombres que les llevan diez o quince años; el número de niños nacidos puede ser elevado pero la mortalidad infantil es un factor de regulación del aumento de la población; en fin, en lo que suele llamar ahora «la tercera edad», se encuentran más viudas que viudos, tanto por la diferencia inicial de edad en el tiempo de las bodas como por la mayor resistencia física de la mujer en épocas de hambre o de epidemias. Conviene indicar también que a lo largo de una vida, tanto masculina como femenina, los matrimonios podían sucederse, legales, ilegales o alternados: dos o tres fueron caso corriente.

La prostitución es anterior por supuesto al Medioevo. Las prostitutas encontraron su lugar en esa sociedad medieval que no excluyó a nada ni a nadie de su seno y abarcó sin hacer distinciones tanto a los locos como a los no-locos, a los niños como a los adultos, a los enfermos como a los sanos y a los cristianos ortodoxos como a los heréticos.

La intolerancia que lleva a quemar a Las brujas y a los heterodoxos, a encerrar a los enfermos, a los locos, a los niños o a las prostitutas, a no dejar coexistir el Orden con el Desorden y la Razón con la Locura (1. El concepto es de Michel Foucault en su Historia de la Locura.), esa intolerancia es la marca característica de la sociedad «moderna», la que se inicia en el siglo XVI para desembocar en nuestra sociedad contemporánea.

La prostitución medieval se encuentra en calles o casas especializadas, en albergues y tabernas, y también alrededor de los baños. En la Edad Media, habían sobrevivido los baños, heredados de las termas romanas y de los baños árabes, y cada ciudad tenía uno o más establecimientos con agua fría, caliente y de vapor; y el hecho de que esos baños fueran mixtos y que los clientes de ambos sexos solieran bañarse desnudos, hizo que poco a poco la jerarquía eclesiástica consiguiera prohibir su uso y hasta su existencia. Una vez más, «progresión» en el dominio intelectual, pero regresión material e higiénica real: los contemporáneos del siglo XVI ya no se lavarán, sustituirán el uso del agua y del jabón por el de los perfumes, destinados a ocultar otros olores...

«El amor cortés»
Llegados a este punto, cabe plantear el problema del «anti-femenino», que conseguirá acabar con esa muy relativa igualdad de la mujer con el varón. A una sociedad que acepta o «tolera» la presencia de la mujer en la mayoría de los sectores de la vida social, cultural e, incluso, política, sucederá una sociedad de varones y para varones, ya no una verdadera «sociedad» sino un «club for men only».

Esta «revolución» -tomada la palabra «revolución» en su sentido de cambio total, sin darle una connotación peyorativa o admirativa- este gran giro en el pensamiento civilizado occidental se sitúa alrededor del siglo XIV. Viene preparado ya desde el anterior, principalmente por la filosofía misógina de Santo Tomás de Aquino que proporciona una «demostración» lógica, en el terreno ideológico, de la inferioridad de la mujer. Pero algo mucho más grave que la ideología tomista -mucho más grave por el alcance y el éxito que obtuvo- iba a originar una visión radicalmente destructora del ser femenino: el movimiento cultural que propugnó «el amor cortés». Así, se llega a oponer la poesía de los trovadores meridionales -basada en el amor, generalmente sin esperanza ni posibilidad de realización efectiva, del poeta hacia su dama- a la «rudeza» y «brutalidad» de las costumbres que reinaban entonces, por lo que el «amor cortés», en esta perspectiva, representaría a la vez un paso adelante en el camino de la civilización y una promoción de la mujer, desde entonces «señora» y «dueña» del corazón de su amante.

Que este movimiento literario signifique un refinamiento hacia costumbres más «civilizadas» es indudable. Es dudoso, sin embargo, que significase una promoción para la mujer. Porque, en toda la literatura cortés, la mujer aparece como el «ser amado» al cual rinde su homenaje el amante; «ser amado» -y no «ser que ama»- que se convierte en un ser pasivo, casi inexistente, objeto del amor del poeta. Un objeto bello, hermoso, dotado de todas las cualidades, hasta la de hacer sufrir al amante, pero objeto al fin y al cabo. A la mujer se la glorifica, se la deifica, se la compara a una flor, a una diosa o a la Virgen María; en resumen, se la coloca en un pedestal: ha dejado de existir como sujeto activo, para convertirse en el objeto pasivo del amor, del odio o de la indiferencia masculina.

Al varón le bastan sus propios versos, sus deseos o sus quejas, ya no necesita respuesta: él se ha transformado en el único sujeto, en el único ser activo, y la mujer será su creación personal como objeto de su pensamiento. Dentro de este panorama, un tercer factor contribuirá al cambio de mentalidades, un factor socioeconómico: el «aburguesamiento» general de la mente colectiva, que tiende -como constante de su ideología- a reducir a la mujer a su papel de madre y ama de casa. Está comprobado ya que el «espíritu burgués» ensalza la Naturaleza y rebaja a la mujer (ver el pensamiento de J. J. Rousseau). En esta línea apareció, al final del siglo XIII, la «Novela de la Rosa», en cuya segunda parte el autor, bajo una exaltación de la Naturaleza, desarrolla largamente el tema de la perfidia, de la innobleza y de la corrupción del ser femenino, comparándolo -¡qué originalidad!- con la serpiente.

El movimiento antifemenino inició así su carrera, que no decreció nunca desde entonces hasta nuestros días. Hacia 1400 se dejó oír la primera voz femenina de protesta, la de la poetisa Cristina de Pisan. Pero no pudo detener la marejada que se extendía por Europa y excluía poco a poco a las mujeres, tanto al acceso a la cultura como de la actividad social o cívica, El antifeminismo del final de la Edad Media, originado por la filosofía oficial de la Iglesia, un movimiento literario y la aparición del fenómeno burgués, desembocó así en el llamado período del Renacimiento. Mundo oscuro y cerrado en muchos aspectos, y particularmente en todo lo que toca a la mujer, el renacimiento consagra el triunfo de un ideal masculino heredado de la Antigüedad y el triunfo de la moral religiosa que se desarrolla tanto al amparo de las teorías de Lutero o de Calvino como al de la Contrarreforma católica. Época de intolerancia, de guerras de religión, de «encerramiento» de todos los que no son «conformes», marca el triunfo de la reclusión de la mujer -en el convento, en su casa o en la cárcel-, el invento del «corsé» que impide todo movimiento libre, y el principio de la represión sexual.

La opresión de la mujer, en estas condiciones, ¿de qué es fruto?, ¿de un Medievo apodado de «bárbaro» o de una época moderna que se inicia con el auge del arte y del intelectualismo y desemboca en el triunfo de la ciencia... y del armamentismo?

Mujeres insumisas

Nada me es tan insoportable como las mujeres falsamente intensas. Armadas con dos o tres vulgaridades psicologistas y otras tantas de la perspectiva de género, no se distinguen mucho de Martha Sahagún. Su feminismo es gestual, retador, prepotente y en realidad, es un escudo para impedir el paso a los problemas graves de tantas y tantas mujeres en el mundo. Nada saben de la historia de las luchas donde las mujeres han brillado, de aquel Congreso de 1910 donde Clara Zetkin propuso homenajear a las obreras masacradas en New York con el incendio intencional de la fábrica donde permanecían atrincheradas, con la incorporación al combate contra la guerra imperialista. Tampoco saben de las violadas en Atenco y en Oaxaca, de la anciana violentada hasta la muerte por la soldadesca de la Sierra de Zongolica. Altivas, desarrollan su papel y consiguen puestas en escena en tantos y tantos centros y direcciones de equidad e género donde no se cansan de autoelogiar su estéril propaganda general y abstracta.
De pronto, de estas filas hay desprendimientos al frente. Ofelia Medina y las Mujeres sin Miedo están en las movilizaciones y las presentaciones de denuncias y de cuando en vez, leen alguna obra preparada ex profeso o montan otra sobre Frida por supuesto, para mostrar sus excelencias teatrales. Realmente son valientes, Ofelia recibió amenazas de muerte. Sus compañeras no tan notorias, trabajan fuerte, tanto como Carmen Huete, Frascesca Guillén, Begoña Lecumberri la productora de cuanto se hace, Tere la que apunta todo, ordena agendas, coordina reuniones. Abogadas como Bárbara Zamora, comunicadoras como Odette la de Texcoco metida en las movilizaciones para lograr filmaciones conmovedoras, otra Odette dentista de apellido Santos quien presentó una escandalosa tesis profesional con película al calce de entrevista con Felipe Alvarez, La Finini, el legendario y chimuelo dirigente de Atenco quien explica como sobreviven sin dentistas. Hincándole el diente a la vida estuvo a punto de costarle la reprobación en el examen profesional al fin reducida a gran regaño por el manifiesto a los valores de la odontología revolucionaria. Quizá importó que el salón de exámenes profesionales estuviera lleno de macheteros de Atenco. Odette Santos no es la única militante del Movimiento Estudiantil de cambio de siglo, en la Facultad de Odontología de la UNAM. Combinando el cineclub con la atención médica, Gabriela y Liliana han cumplido muchas jornadas de trabajo en comunidades muy diversas, como la de los ñañhús en la sierra fronteriza entre Hidalgo y Puebla donde Odette, mientras curaba a un paciente enfrentó la impertinencia de los soldados colmándolos de mentadas de madre. Igual baila excelente cuando ha lugar.
Gloria Arenas Agis, presunta Coronela Aurora del ERPI, sufre la sentencia de 49 años y 6 meses de prisión en Chiconautla, hacinada en una celda con otras catorce reclusas. Lleva consigo sus tesoros, unos cuantos libros, el registro de las pinturas de Jacobo Silva Nogales, presunto comandante Antonio con igual sentencia en el Penal del Altiplano donde ya no lo dejan pintar. Visitarla es una cita con la dulce entereza sin aspavientos, con tareas concretas que hay que cumplir. Ya se rescataron las 30 pinturas que permanecían secuestradas en el Penal de Almoloya. Eso de que se rescataron es un decir, porque la operación fue posible por dos mujeres discretas. Elizabeth, la hermana de Jacobo que se enteró de las andanzas de su hermano por un noticiero de televisión y desde entonces lo visita y lo atiende y Maritere Espinosa que ha conducido la organización de la obra, su digitalización, su enmarcado para hacer posibles las exposiciones que han llegado hasta Europa. Silvia Karl condujo veinticinco pinturas hasta Viena de donde es nativa. Ninguna de estas mujeres anda con poses de grandeza.
Ni Trini, la compañera de Nacho del Valle reaparecida en la asamblea de San Salvador Atenco del brazo de Samuel Ruíz. Ni América del Valle, la hija ejemplar tan joven, tan menuda, que en las negociaciones con los burócratas brilló hasta ganar aprecio compañero y odio enemigo que la mantiene en clandestinaje forzado. Una legión de solidaridades femeninas las acompaña, apoya a las presas en Santiaguito, anima a Magdalena García sometida a nuevos autos de formal prisión con tal de impedir su libertad luego de dos amparos ganados. Se trata de no crear precedentes y de mantener quietas a las mazahuas hartas de carecer de agua cuando viven en Cutzamala donde ocupan las válvulas cuando es necesario.
En las marchas, uno las ve filmando, repartiendo propaganda, conduciendo contingentes, generando reuniones y también organizando la comida. Fue bello de verse en el Congreso de la APPO a la hora de la comida, como la larga fila en la calle se desordenó ante la llegada de camionetas con grandes cazuelas de ricos guisados, tortillas y garrafones de aguas de sabores, con señoras y señores repartiendo comida compañera. Familias enteras tienen en las mujeres una vanguardia discreta y de singular valentía como las denominadas Coordinadora 1º de agosto por la fecha que tomaron el Consorcio de Radio y Televisión de Oaxaca para poner en pie una red de comunicación ejemplar donde de veras se informaba, se recibía y se reproducía lo que ocurría en otras partes. Aún anda a salto de mata la distinguida doctora mejor conocida como Doctora Escopeta, comunicadora distinguida de Radio Universidad. Por ahí anda Soledad de Tlaxiaco, capaz de escribir todo en una laptop para dejar en claro las decisiones de las asambleas.
Nada seríamos sin mujeres así. Mucho de cierto tiene la consigna de que cuando un movimiento cuenta con una retaguardia de mujeres decididas a todo, al movimiento no hay quien lo detenga.

Alberto Híjar.

Se apaga el croar de las ranas

La extinción de anfibios en América Latina adquirió dimensiones alarmantes: 209 especies en Colombia y 198 en México están en peligro de desaparecer.

TORONTO, 5 Mar (Tierramérica).- Ranas y otros anfibios se extinguen rápidamente en todo el mundo, sobre todo en países de América Latina. En el Caribe hasta 80 por ciento de especies está en peligro de desaparecer, mientras Colombia registra 209 especies amenazadas y México 198.
La degradación ambiental, junto con la pérdida de hábitat, la radiación ultravioleta, las enfermedades y el cambio climático son todos factores involucrados en estas pérdidas sin precedentes.
Por lo menos 43 por ciento de los anfibios va en declive en el planeta. Se calcula que 170 ranas, sapos y salamandras pueden haberse extinguido en las últimas dos décadas.
"Los anfibios nos están diciendo que hay algo mal con nuestros ecosistemas", dijo a Tierramérica Robin Moore, encargado de Conservación de Anfibios en la no gubernamental Conservación Internacional, con sede en Estados Unidos.
Los anfibios tienen pieles muy porosas, que los vuelven más vulnerables a los cambios ambientales que los mamíferos, los pájaros y los reptiles. Algunos científicos los consideran una suerte de barómetro de la salud de la Tierra.
Según la Evaluación Anfibia Global, que analizó el estatus de los casi seis mil anfibios conocidos, la situación más acuciante tiene lugar en el Caribe, donde más de 80 por ciento de los anfibios están amenazados en República Dominicana, Cuba y Jamaica, y un sorprendente 92 por ciento en Haití. Ecuador también registra un panorama preocupante con 163 especies amenazadas.
"Hay enormes cantidades de anfibios que ni siquiera conocemos", declaró Moore.
Terminada en 2004, la Evaluación Anfibia Global es el mayor esfuerzo jamás hecho para determinar el estatus de los anfibios. Pese a este esfuerzo, regiones como América Latina pueden tener dos o tres veces más especies no descritas de anfibios que las científicamente reconocidas, dijo el experto.
Los anfibios son importantes particularmente en zonas tropicales, donde son tan numerosos que cumplen un rol esencial en el control de insectos causantes de enfermedades en humanos.
Varias especies de ranas son investigadas por su potencial medicinal. Durante mucho tiempo, las ranas venenosas (Dendrobatidae) proporcionaron a cazadores de América Central y del Sur una toxina que ahora es convertida en nuevos calmantes.
El año pasado, científicos y organizaciones conservacionistas exigieron crear una Alianza de Supervivencia de Anfibios, una red global para frenar la disminución de ejemplares antes que se extingan otros cientos.
El esfuerzo incluiría realizar investigaciones, programas de campo, cría en cautiverio y protección del hábitat. Insumiría cinco años y costaría 400 millones de dólares. Pero todavía tiene que despegar.
La Alianza, que es coordinada por Conservación Internacional y el Grupo Especialista en Anfibios de la Comisión de Supervivencia de las Especies de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), espera contratar a un director ejecutivo de tiempo completo en las próximas semanas.
"Recaudamos algún dinero, pero de ningún modo lo que se necesita", señaló Moore.
Hace unos días expertos en anfibios reunidos en la sudoriental ciudad estadounidense de Atlanta llamaron a los zoológicos, acuarios y jardines botánicos del mundo a crear un Arca Anfibia.
Pidieron a las instituciones que ingresen por lo menos 500 ranas de una especie amenazada para protegerlas de hongos quitridiales, de impacto mortal en los anfibios. Cada rana será limpiada para asegurarse de no introducir esa enfermedad en el área protegida.
La organización calcula que completar el proyecto costará entre 400 y 500 millones de dólares.
La disminución de los anfibios es un problema mucho mayor que un hongo peligroso, según Alan Pounds, ecologista residente del Centro Científico Tropical de la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde, en Costa Rica.
"No hay evidencia sólida de que el hongo sea la única razón", dijo Pounds a Tierramérica.
La propia investigación de Pounds muestra que el cambio climático está afectando la ecología de las neblinosas laderas de montañas de América Central y del Sur y que precipitó una reducción de las coloridas ranas arlequín (Atelopus), dos tercios de cuyas más de 100 especies desaparecieron desde los años 80.
Según Pounds, el cambio climático parece haber creado condiciones más favorables para la propagación del hongo quitridial, dado que, al aumentar las temperaturas, se potenció la capa de nubes que cubre las montañas, volviendo más frescos los días y más cálidas las noches.
Las ranas también son sensibles a los pesticidas, la mala calidad del agua, la lluvia ácida y otros contaminantes ambientales. Al agregarse el cambio climático, que altera procesos ecológicos complejos, incluyendo la dinámica de las enfermedades, habrá impactos a veces significativos sobre las especies.
"Parece sorprendente y escandaloso que las especies desaparezcan de reservas naturales aparentemente vírgenes. Pero no hay ningún lugar del planeta que sea virgen", expresó Pounds.
El alcance global y la variedad de los cambios ambientales hacen que a la ciencia le resulte muy difícil determinar exactamente por qué todos los miembros de una especie de ranas se extinguen tras vivir en la Tierra durante millones de años.
Se necesita con urgencia manejar mejor el hábitat, incluyendo una comprensión de lo que ocurre en los ecosistemas, junto con una acción sobre el deterioro ambiental y el cambio climático para enlentecer la pérdida de anfibios y otras especies, continuó Pounds.
"Deberíamos escuchar el mensaje de las ranas. Ellas nos advierten sobre el deterioro ambiental que amenaza a todas las especies y a nuestro propio bienestar", concluyó.

Por Stephen Leahy. Corresponsal de IPS
Tomado de “Tierramérica” 7 de marzo de 2007
http://www.tierramerica.net/2007/0303/articulo.shtml