14 diciembre, 2006

Hoy como ayer todos somos zapatistas, todos somos APPO, todos somos Atenco

Compañeros de San Salvador Atenco:

Quiero decir unas palabras sobre el regreso a la comunidad de doña Maria Antonia Trinidad Ramírez.
Su regreso tiene un doble significado: romper el miedo y terminar con el exilio interno provocado por el mal gobierno del Estado de México.
Aquí, en Atenco, en mayo pasado, hubo una operación de tipo contrainsurgente que recurrió a los métodos del terrorismo de Estado.
A ustedes les consta.
Ustedes la sufrieron en carne propia y viven sus secuelas.
La violenta represión fue seguida de actos de tortura física, psicológica y sexual.
La tortura y la represión son actos eminentemente políticos ejercidos por el Estado. Operan en el espacio social como un referente simbólico de punición, cuyos efectos trágicos apuntan no solo a las victimas directas, sino persiguen también el amedrentamiento y la parálisis del grupo social.
Lo que la tortura y la salvaje represión proponen es huirle, por asco y miedo.
Sus autores son agentes de un poder violento que busca legitimarse e imponer su ley. Se busca, sí, destruir las creencias y convicciones de las victimas. Pero además, la acción represiva y la tortura están destinadas a la sumisión y la parálisis de la sociedad gobernada.
El efecto buscado es la intimidación. El “no te metas”.
Tras la fachada jurídica y la lógica perversa del “orden instituido”, el mensaje del poder es que más allá del horror cotidiano, esta el gran horror de la cárcel y la tortura.
El mensaje es: “te puede pasar lo que a las presas de Atenco y a Nacho del Valle y los compañeros detenidos del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra”.
Pero el régimen no solo provoca terror; también fabrica órdenes de aprehensión al vapor. Maquina hechos para destruir individuos, a hombres y mujeres, y también organizaciones como el Frente.
Por eso, a veces, victimas potenciales como la compañera Trini, tienen que pasar a la clandestinidad. A un exilio forzoso interno.
Para eludir la tortura, la cárcel y el horror.
Por eso, el regreso de doña Trini a Atenco, implica la derrota del miedo y romper con el exilio interno impuesto. Es, también, una forma de derrotar la impunidad de los impulsores del terror estatal.
No sé si le habrá pasado a la compañera Trini, pero a veces pasa, en el exilio –lo sé por experiencia-, que una voz enemiga nos dicta la orden de estar tristes.
En ocasiones como las que vivió la compañera, nos da por sentir que la alegría es un delito de alta traición y que somos culpables del privilegio de seguir vivos y libres.
Entonces, compañeros, conviene recordar lo que dijo el cacique Huillca en el Perú, hablando ante las ruinas: “Aquí legaron. Rompieron hasta las piedras. Querían hacernos desaparecer. Pero no lo han conseguido, porque estamos vivos y eso es lo principal”.
Pienso que Huillca tenía razón. Estar vivos: una pequeña victoria. Estar vivos, o sea, capaces de alegría, a pesar de los adioses y los crímenes, para que el destierro sea el testimonio de otro país posible.
Dice Eduardo Galeano, mi hermano uruguayo, que “a la patria, tarea por hacer, no vamos a levantarla con ladrillos de mierda. ¿Serviríamos para algo a la hora del regreso, si volviéramos rotos?”.
Por eso, compañera Trini, bienvenida a su terruño, este de San Salvador.
Esta viva y la queremos entera.
Para seguir la lucha.
Pero recuerde: requiere más coraje la alegría que la pena. A la pena, al fin y al cabo, estamos acostumbrados.
Adelante compañera Trini
Adelante compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.
Hoy, como ayer, todos somos zapatistas; todos somos APPO; todos somos Atenco.

Carlos Fazio (Grupo Paz con Democracia)
San Salvador Atenco, 25 de noviembre de 2006.

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