Torpezas criminales
Política desaparecida
Asomo a los abismos
Irak de barro negro en Día de Muertos. La Policía Federal Preventiva es una fuerza de invasión que está siendo repelida por la mayoría de los pobladores, de tal manera que sus presuntas incursiones liberadoras son repelidas activamente por los insurrectos. Tropa entrampada en sus supuestos avances, que juega fatigosamente a desmontar barricadas que horas después son repuestas por tercos ciudadanos. Ganadores del zócalo que en realidad les fue estratégicamente cedido, los hombres de gris incursionan con saldo rojo por distintos puntos de la ciudad: Penélopes de verde olivo que tejen y destejen el sudario de la represión a la espera de la suerte de su Odiseo Ruiz.
El uso de la fuerza pública necesariamente es un desastre cuando no le acompañan la inteligencia, la prudencia y -¡oh, palabra tan en desuso en los salones palaciegos!- el patriotismo. Acicateado de manera definitiva por el embajador gringo ante la muerte del periodista Brad Will, Vicente Fox ha creído posible torear el conflicto oaxaqueño con el envío de la preventiva policía militarizada, para heredarlo al atónito abogado Calderón. Pero ese asomo de diazordacismo sólo ha servido para que el repudiado gobernador de la entidad se crea fortalecido y para que las tareas de presunta 'limpieza y orden" de la PFP se conviertan en diarias refriegas contra la población.
Ayer se vivió en la ciudad universitaria de Oaxaca un ejemplo claro de la torpeza criminal con que se están tomando las decisiones en las alturas gubernamentales (Chente anda en la cursi gira del adiós; Lipe se aferra a la cantaleta de avestruz de que él todavía no es responsable de nada). Una temprana acometida en las inmediaciones de Radio Universidad generó una respuesta masiva y encendida que hizo retroceder a las fuerzas federales e incluso realizar un retiro que supo a victoria a quienes abiertamente se les opusieron. Por la tarde, desde la ciudad de México, los mandos de las tropas entrampadas emitieron un lamentable boletín de prensa en el que de lo sucedido acusaron a los universitarios -que estaban en su casa académica- porque alertaron de los riesgos que por aire y tierra tenían a la vista y porque convocaron a defender esa cabina informativa a los ciudadanos que consideran esa emisora como un servicio civil básico.
Un gobierno federal inteligente, prudente y patriota habría tenido ayer material de sobra para entender lo que hasta ahora se ha negado a asumir: que el movimiento social oaxaqueño, que es contra Ulises Ruiz y por cambios verdaderos en la entidad, tiene una amplia base social, una organización horizontal que con frecuencia es superada o rebasada por segmentos populares de gran rebeldía y que frente a esa realidad política, social y cultural, el uso de las armas es sólo un peligroso remedo de solución, pues los "liberadores" del pueblo de Oaxaca lo único que pueden hacer es protegerse de sus presuntos defendidos e incluso se ha llegado al extremo de que quien está tomando la iniciativa política y buscando esquemas de distensión es la APPO y no el gobierno federal que luego de arrojar a los miembros de la PFP a su pequeño Bagdad pareciera políticamente inexistente, virtualmente disuelto: poderes federales desaparecidos (Fox) por pretender sostener los poderes estatales desaparecidos (Ulises) a cambio de que apoyen otros poderes en vías de desaparición (Calderón).
Los terribles hechos de Oaxaca ya no podrán resolverse, sin embargo, con el mero retiro de las fuerzas federales invasoras. El fin de sexenio de Fox ya está manchado de sangre pero, además, este tramo de extremo abandono presidencial de la tarea de medio gobernar ha abierto las puertas al retorno de la guerra sucia. En Oaxaca se están practicando de manera sistemática violaciones a los derechos humanos, entre otras cosas con el pretexto de conseguir información y combatir a una supuesta guerrilla que estaría infiltrada en las acciones de resistencia de los oaxaqueños (presunción hasta ahora no comprobada). Mediante el fraude electoral del pasado 2 de julio se cercenó a los mexicanos una parte de su capacidad de decidir y, mediante el cierre de filas a favor de Calderón en los medios informativos electrónicos se ha reducido la capacidad de análisis, crítica, denuncia y movilización de los ciudadanos; ahora, con la guerra sucia, se busca aniquilar las directivas de los movimientos sociales, asentar el miedo colectivo e inhibir o aniquilar, según se pueda, toda muestra de oposición al dominio foxista-calderónico sustentado en las armas, la burocracia y el erario y no en una aceptación popular.
El asomo a los abismos que se tuvo ayer -el riesgo de la muerte de estudiantes, por ejemplo- debería obligar a la confección de esquemas de diálogo y discusión políticas que permitan destrabar un conflicto en el que las autoridades formales -los gobiernos federal y estatal- están quedando peligrosamente aisladas y derrotadas -lo que les deja como único recurso el de la violencia- y en el que los esfuerzos de distensión que realizan las organizaciones populares no tienen interlocución ni viabilidad reales.
Política desaparecida
Asomo a los abismos
Irak de barro negro en Día de Muertos. La Policía Federal Preventiva es una fuerza de invasión que está siendo repelida por la mayoría de los pobladores, de tal manera que sus presuntas incursiones liberadoras son repelidas activamente por los insurrectos. Tropa entrampada en sus supuestos avances, que juega fatigosamente a desmontar barricadas que horas después son repuestas por tercos ciudadanos. Ganadores del zócalo que en realidad les fue estratégicamente cedido, los hombres de gris incursionan con saldo rojo por distintos puntos de la ciudad: Penélopes de verde olivo que tejen y destejen el sudario de la represión a la espera de la suerte de su Odiseo Ruiz.
El uso de la fuerza pública necesariamente es un desastre cuando no le acompañan la inteligencia, la prudencia y -¡oh, palabra tan en desuso en los salones palaciegos!- el patriotismo. Acicateado de manera definitiva por el embajador gringo ante la muerte del periodista Brad Will, Vicente Fox ha creído posible torear el conflicto oaxaqueño con el envío de la preventiva policía militarizada, para heredarlo al atónito abogado Calderón. Pero ese asomo de diazordacismo sólo ha servido para que el repudiado gobernador de la entidad se crea fortalecido y para que las tareas de presunta 'limpieza y orden" de la PFP se conviertan en diarias refriegas contra la población.
Ayer se vivió en la ciudad universitaria de Oaxaca un ejemplo claro de la torpeza criminal con que se están tomando las decisiones en las alturas gubernamentales (Chente anda en la cursi gira del adiós; Lipe se aferra a la cantaleta de avestruz de que él todavía no es responsable de nada). Una temprana acometida en las inmediaciones de Radio Universidad generó una respuesta masiva y encendida que hizo retroceder a las fuerzas federales e incluso realizar un retiro que supo a victoria a quienes abiertamente se les opusieron. Por la tarde, desde la ciudad de México, los mandos de las tropas entrampadas emitieron un lamentable boletín de prensa en el que de lo sucedido acusaron a los universitarios -que estaban en su casa académica- porque alertaron de los riesgos que por aire y tierra tenían a la vista y porque convocaron a defender esa cabina informativa a los ciudadanos que consideran esa emisora como un servicio civil básico.
Un gobierno federal inteligente, prudente y patriota habría tenido ayer material de sobra para entender lo que hasta ahora se ha negado a asumir: que el movimiento social oaxaqueño, que es contra Ulises Ruiz y por cambios verdaderos en la entidad, tiene una amplia base social, una organización horizontal que con frecuencia es superada o rebasada por segmentos populares de gran rebeldía y que frente a esa realidad política, social y cultural, el uso de las armas es sólo un peligroso remedo de solución, pues los "liberadores" del pueblo de Oaxaca lo único que pueden hacer es protegerse de sus presuntos defendidos e incluso se ha llegado al extremo de que quien está tomando la iniciativa política y buscando esquemas de distensión es la APPO y no el gobierno federal que luego de arrojar a los miembros de la PFP a su pequeño Bagdad pareciera políticamente inexistente, virtualmente disuelto: poderes federales desaparecidos (Fox) por pretender sostener los poderes estatales desaparecidos (Ulises) a cambio de que apoyen otros poderes en vías de desaparición (Calderón).
Los terribles hechos de Oaxaca ya no podrán resolverse, sin embargo, con el mero retiro de las fuerzas federales invasoras. El fin de sexenio de Fox ya está manchado de sangre pero, además, este tramo de extremo abandono presidencial de la tarea de medio gobernar ha abierto las puertas al retorno de la guerra sucia. En Oaxaca se están practicando de manera sistemática violaciones a los derechos humanos, entre otras cosas con el pretexto de conseguir información y combatir a una supuesta guerrilla que estaría infiltrada en las acciones de resistencia de los oaxaqueños (presunción hasta ahora no comprobada). Mediante el fraude electoral del pasado 2 de julio se cercenó a los mexicanos una parte de su capacidad de decidir y, mediante el cierre de filas a favor de Calderón en los medios informativos electrónicos se ha reducido la capacidad de análisis, crítica, denuncia y movilización de los ciudadanos; ahora, con la guerra sucia, se busca aniquilar las directivas de los movimientos sociales, asentar el miedo colectivo e inhibir o aniquilar, según se pueda, toda muestra de oposición al dominio foxista-calderónico sustentado en las armas, la burocracia y el erario y no en una aceptación popular.
El asomo a los abismos que se tuvo ayer -el riesgo de la muerte de estudiantes, por ejemplo- debería obligar a la confección de esquemas de diálogo y discusión políticas que permitan destrabar un conflicto en el que las autoridades formales -los gobiernos federal y estatal- están quedando peligrosamente aisladas y derrotadas -lo que les deja como único recurso el de la violencia- y en el que los esfuerzos de distensión que realizan las organizaciones populares no tienen interlocución ni viabilidad reales.
Julio Hernández López
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