Palabras del Delegado Zero en Magdalena de Kino, Sonora
Reunión con el pueblo tohono o’odham, navajo y cherokee
21 de octubre del 2006
Bueno, compañeros, compañeras: queríamos primero que nada agradecer a la familia Monroy, que es la que nos está recibiendo a la Comisión Sexta y a los compañeros de la karavana, que nos estén dando el hospedaje aquí, ¿en el rancho el Peñasco, se llama? Gracias compañeros, compañeras. Y agradecerles a todos pues que hayan aguantado las seis horas que hemos estado aquí, y que tengan un poco de paciencia para lo que voy a decir.
Queríamos agradecer especialmente a las autoridades tradicionales o’odham, a Don José, a Doña Ofelia —que ya no la veo—, ¿está todavía Doña Ofelia?, ¿no? A Brenda, ¿Doña Brenda? —Tampoco, lástima—, ¿Doña Alicia?
Bueno, eso es lo que nos pasó, que las autoridades tradicionales se fueron y veníamos a hablar con ellas y a escucharlos a ellos y a ellas ¿no? Pero está Don José, como quiera traigo un mensaje de las comunidades indígenas zapatistas para el pueblo tohono o’odham, y también para el pueblo navajo y para el pueblo cherokee.
Lo que ha dicho el compañero, el jefe purepecha Salvador, del Congreso Nacional Indígena, representa también nuestro pensar. La jefa tradicional o’odham, Doña Ofelia, señaló algo que nosotros vimos ya en lo papeles. Lo que se está promoviendo aquí por unos señores es una mentira, es eso de la Convención Nacional Indígena, que en realidad está dirigida por alguien que fue funcionario de Vicente Fox, y que luego quedó sin empleo y ahora se metió a eso de la Convención Nacional Indígena, que en realidad es un movimiento para apoyar a López Obrador, no les interesan los pueblos indios.
Los documentos que están presentando, que están repartiendo esa gente, no tienen ninguna mención a los Acuerdos de San Andrés, que le han costado sangre y muertos no sólo a los zapatistas, sino a los más de 40 pueblos indios, tribus y naciones de México, que están de acuerdo con esa lucha. Nosotros estamos de acuerdo con lo que expreso, doña Ofelia, autoridad tradicional o’odham.
We are zapatist —somos zapatistas— we live in the last corner of this country —vivimos en la última esquina de este país—. Nosotros somos de raíz maya —we are from maya’s root, we are people of tzeltal, tzotzil, tojolabal, chol, zoque y mame—. Somos pueblos de raíz maya, tzeltales, tzotziles, choles, tojolabales, zoques y mames.
Y es nuestra costumbre a veces hablar, cuando hablamos con otros pueblos indios, usar el lenguaje simbólico con cuentos y leyendas —sometimes we speak about our history, our goals, with tales, leyends and simbolic language, and in this time that we have this message for the o’odham and navajos, and cherokees, we take this root.
Para pasar este mensaje que me mandaron los compañeros para decirles, usaremos ese recurso.
“Cuentan nuestras gentes más ancianas, nuestros jefes, que los dioses hicieron al mundo, hicieron a los hombres y a las mujeres de maíz primero. Y que les pusieron precisamente el corazón de maíz. Pero que el maíz se acabó y que algunos hombres y mujeres no alcanzaron corazón. Pero también se acabó el color de la tierra, y empezaron a buscar otros colores y entonces les tocó corazón de maíz a gente que es blanca, roja o amarilla. Por eso hay aquí gente que no tiene el color moreno de los indígenas, pero tiene el corazón de maíz, y por eso está con nosotros.
Dicen nuestros más antiguos que la gente que no agarró corazón, luego lo ocupó, ocupó el espacio vacío con el dinero, y que esa gente no importa qué color tenga, tiene el corazón de color verde dólar.
Y dicen nuestros antiguos que, cada tanto, la tierra busca proteger a sus hijos, a los hombres y mujeres de maíz. Y que llega un momento —que es cuando la noche es más difícil— donde la tierra se cansa y necesita que esos hombres y mujeres la ayuden a vivir”.
A nuestra gente la estaban matando con enfermedades, íbamos a desaparecer, así como está desapareciendo el pueblo kiliwa, aquí a algunos cientos de kilómetros de donde estamos, donde sólo quedan 54 familias. Y de ellas, sólo cuatro hablan la lengua kiliwa aquí en México, de este lado.
Nosotros queríamos decirle a la nación o’odham, a los navajo —¿no sé si está Michelle todavía? tampoco, bueno, no tenemos ningún mensajero, ojalá que alguien lo grabe… perdón, Michelle—.
Lo que pasó es que en nuestra tierra, nuestros jefes, yo soy Subcomandante —porque no soy jefe—, mis jefes son hombres y mujeres como Doña Ofelia, como Don José, indígenas cien por ciento. Y a mí me tocó —junto con otros compañeros— otro trabajo.
Nosotros ya estábamos muertos y fuimos llamados a convertirnos en guerreros, según nuestra leyenda. Y como estamos muertos, nos convertimos en lo que somos: unas sombras. Y en sentido estricto somos eso: sombras guerreras —shadow’s warriors o warriors of the shadows—.
Y el primero de enero de 1994, en la pared de un banco de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, apareció un letrero que pintamos que decía: “aquí estamos los muertos de siempre, muriendo otra vez, pero ahora para vivir” —here we are the deads of ever, dying again but now for life, to live, sorry—.
Y era el mensaje que estábamos dando al resto del mundo: que en este país y en este planeta, había que pelear y estar dispuesto a morirse para poder sobrevivir.
En la historia que estamos contando —o que nos mandaron decirles—, la tierra que nos protegió después de la invasión española, y nos hizo sobrevivir y resistir la invasión norteamericana, y nos hizo vivir. Y luego la invasión del dinero o del gran capital, y nos hizo sobrevivir, está a punto de morir, precisamente por ésos que están allá arriba. Si ustedes piensan que ellos se van a conformar con vernos pobres, sin escuela, sin medicinas, están equivocados: ellos quieren que desaparezcamos completamente.
Durante décadas enteras hemos estado viviendo con enfermedades, sin educación, arañando la tierra para poder sacarle algo de producto. Ahora quieren también esa tierra. La escalera náutica significará la desaparición total del pueblo yoreme, mayo, de lo yaquis, de los cucapás, y de toda la costa de Sonora y Sinaloa, y de Baja California, y Baja Sur, para empresas hoteleras y turísticas. No va a haber más que engaños del gobierno, para el yoreme, para el yaqui, para el o’odham, para el cucapá y para el kiliwa.
Los gobiernos —y quienes los mandan— quieren esa tierra para convertirla en una mercancía. Si nosotros permitimos eso, esa tierra va a ser destruida. Y aquélla que nos protegió, que nos hizo sobrevivir, va a morir también. Y muriendo esa tierra y ese mundo, no habrá porqué pelear, ni qué vivir, ni qué estudiar.
Lo que nosotros estamos planteando aquí es que tenemos que unirnos como pueblos indios. La tierra muere lo mismo en territorio o’ odham, navajo, cherokee, tzeltal, tzotzil, purépecha, náhuatl, y tenemos que unirnos, pero no sólo en México, sino en todo el continente.
Ellos, los que están allá arriba, ya demostraron durante cientos de años, durante siglos, que lo único que han hecho ha sido destruir la tierra. No más —no more that’s enough—, es suficiente. Ahora nosotros tenemos que tomar el destino de la tierra y su defensa en nuestras manos. No dejarlo ni un minuto más en manos del rico.
Nosotros y nosotras, los que tenemos el color de la tierra y el corazón de maíz, sin importar nuestro color de piel, tenemos que hacerlo, porque si no el mundo va a desaparecer.
Al que tiene el dinero, no le importa lo que está pasando. El territorio o’odham, navajo, es ahora un territorio de muerte. Sus campos, donde florece su cultura, es donde se asesina a mexicanos pobres, a familias que tratan de cruzar para el otro lado. El pueblo o’odham y el navajo no pueden permitir eso. Ustedes saben que están convirtiendo nuestras tierras, además, en su bote de basura: somos el basurero de ellos. Los desechos tóxicos, los desechos nucleares, no se van a las zonas residenciales, ni a Nueva York, ni a Washington: se van a tierras indias.
Y la tierra es como el cuerpo humano, no pueden inyectarle veneno en una parte, sin que afecte a todo lo demás. Ellos piensan que sólo se envenenará la tierra o’odham o navajo. Se va a envenenar todo y se va a destruir.
Como dijo el compañero del Congreso Nacional Indígena: “nosotros venimos a invitarlos, no para pedirle al gobierno, sino para quitarlo”. No para estar rogando porque el gobierno norteamericano y el mexicano respeten el territorio o’odham, que está partido por la línea fronteriza. Y que sabemos que esa línea fronteriza cruza por un centro ceremonial de su pueblo.
Queremos que esa frontera desaparezca, que exista otra vez la nación o’odham, la navajo, la cherokee, así como nuestros pueblos, porque ellos ya demostraron que no pueden conducir este mundo y llevarlo a buen término. Nosotros tenemos que hacerlo, no sólo por nuestros pueblos indios, sino por toda la humanidad. Por eso, nosotros decimos que nuestra lucha es por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Nosotros queríamos invitarlos a este movimiento que se llama la Otra Campaña, para que como pueblos indios, no se vuelva a repetir la historia de cada 100 años. Se va a repetir, pero una parte va a cambiar.
En 1810, luchamos por la independencia contra el poder español. En 1910, contra el poder del terrateniente. En el 2010 —y aún antes— lucharemos contra el poder del dinero. Pero, a diferencia de los 200 y 100 años anteriores, ahora los pueblos indios deberán ser respetados. No volverá a ocurrir lo mismo: que otro llega al poder y los pueblos indios vuelven a desaparecer, o a sufrir las mismas carencias y desprecios. Por eso como pueblos indios, formamos aparte dentro de la Otra Campaña, y aparte nos hablamos y aparte hacemos acuerdos.
Los que están allá arriba, compañeros y compañeras de Sonora —yaquis, yoremes, cucapás, o’odham—, sólo los van a engañar. Van a comprar a uno o dos de ustedes, los van a pasear —como andan paseando ésos que repartieron hace rato el papel— por todo el mundo, pero su pueblo va a desaparecer.
Y si ustedes son los líderes, sí es cierto, los van a llevar a hoteles, o a las convenciones ésas que hacen los políticos, pero su pueblo va a desaparecer.
Y van a salir las fotos en los periódicos de sus líderes, pero el basurero va a envenenar su tierra.
Y va a haber muchos encuentros y declaraciones, pero nuestros mexicanos y mexicanas pobres van a seguir muriendo en la tierra del navajo, o en la tierra del o’odham. Esas cosas no van a cambiar si seguimos creyendo allá arriba.
Y eso es lo que va a hacer el gobierno de Sonora, después de esta reunión lo van a ver. Va a declarar que va a resolver el problema indígena, los va a buscar a ustedes y los va a invitar a los grandes hoteles, les va a dar de comer bien, y les va a poner papeles para que firmen. Les va a dar unas despensas, unos créditos. Pero nada, absolutamente nada, va a cambiar en sus territorios.
Los Acuerdos de San Andrés, que son los que representan el acuerdo de más de 40 pueblos, tribus y naciones, y barrios de pueblos indios de México, dicen una cosa que a todos se les olvida decir, que es: “que el territorio indígena es indígena”. Nadie puede hacer nada en territorio indígena, si la comunidad no acepta. Ni poner un basurero, ni poner un hotel, ni siquiera cruzar por su territorio sin permiso de las autoridades —que es de lo que se quejaba la compañera Ofelia por cierto, y de lo que nos quejamos también nosotros—.
Eso es lo que estamos diciendo en donde estamos pasando. Y en este caso, nosotros pensábamos que sólo íbamos a hablar con el pueblo o’odham, o con pueblos indios, pero que bueno que llegaron de muchas partes. Y especialmente, de la gente que está luchando del otro lado en Estados Unidos, también con los pueblos indios, y también con esta injusticia, esta guerra de aniquilamiento que hay contra los indocumentados.
Hace rato cuando veníamos para acá, cruzamos la frontera, ahí en Sonoyta, nos cruzamos del otro lado y luego nos regresamos porque teníamos que llegar hasta acá. Pero se veía la gran extensión del desierto, y yo me imaginaba —y yo me imagino que todos los compañeros de la karavana—, lo que iba a significar cruzar ese desierto, sin alimentos. Si no te mataba el calor o el frío, te mataban los minute men, o los rancheros, o los motociclistas, o la migra. Y nadie iba a llevar la cuenta, ni siquiera los estudios de las universidades.
Si nosotros, como pueblos indios, no nos unimos… Nosotros estamos planteando un encuentro continental de todos los pueblos originarios de estas tierras, en octubre del año que entra, cuando se cumplen 515 años del “descubrimiento”. ¡Ya estuvo bueno! 500 años son suficientes para demostrar que no pudieron.
Y si los gobiernos de Estados Unidos o de México no nos vieron cuando éramos pocos, veamos si el mundo no nos va ver, cuando todos los pueblos indios de este continente —desde Tierra de Fuego, hasta Alaska— se unan y empiecen a contar todas las injusticias y sus luchas. Y ese encuentro va a ser en el Noroeste de México, cerca de la frontera —que no existe para nosotros—, o sea cerca de la tierra o’odham, navajo, cherokee, cucapá, kiliwa, yoreme, yaqui, donde hemos estado todos estos días. Dentro de unos días, nos estamos poniendo de acuerdo y haciendo las consultas, tal vez el mes que entra salga esta convocatoria que estamos proponiendo.
Eso es más o menos lo que queríamos decirles. Ojalá y le puedan pasar el mensaje a las jefas tradicionales: Ofelia, Brenda, Alicia —aquí está Don José—. Michell: te pido de favor que lo pases con el pueblo navajo, compa con el pueblo cherokee.
Sólo les pedimos eso, vamos a hablar directamente entre nosotros y hacer acuerdo. La próxima vez que vengamos vendrán mis jefes, no vendré yo, a mí me mandaron primero a ver cómo estaba. Yo les informo y entonces vienen ellos, que son los que me mandan, porque ese es nuestro modo.
Ese es lo que les queríamos decir, compañeros y compañeras. Muchas gracias, buenas noches.
Reunión con el pueblo tohono o’odham, navajo y cherokee
21 de octubre del 2006
Bueno, compañeros, compañeras: queríamos primero que nada agradecer a la familia Monroy, que es la que nos está recibiendo a la Comisión Sexta y a los compañeros de la karavana, que nos estén dando el hospedaje aquí, ¿en el rancho el Peñasco, se llama? Gracias compañeros, compañeras. Y agradecerles a todos pues que hayan aguantado las seis horas que hemos estado aquí, y que tengan un poco de paciencia para lo que voy a decir.
Queríamos agradecer especialmente a las autoridades tradicionales o’odham, a Don José, a Doña Ofelia —que ya no la veo—, ¿está todavía Doña Ofelia?, ¿no? A Brenda, ¿Doña Brenda? —Tampoco, lástima—, ¿Doña Alicia?
Bueno, eso es lo que nos pasó, que las autoridades tradicionales se fueron y veníamos a hablar con ellas y a escucharlos a ellos y a ellas ¿no? Pero está Don José, como quiera traigo un mensaje de las comunidades indígenas zapatistas para el pueblo tohono o’odham, y también para el pueblo navajo y para el pueblo cherokee.
Lo que ha dicho el compañero, el jefe purepecha Salvador, del Congreso Nacional Indígena, representa también nuestro pensar. La jefa tradicional o’odham, Doña Ofelia, señaló algo que nosotros vimos ya en lo papeles. Lo que se está promoviendo aquí por unos señores es una mentira, es eso de la Convención Nacional Indígena, que en realidad está dirigida por alguien que fue funcionario de Vicente Fox, y que luego quedó sin empleo y ahora se metió a eso de la Convención Nacional Indígena, que en realidad es un movimiento para apoyar a López Obrador, no les interesan los pueblos indios.
Los documentos que están presentando, que están repartiendo esa gente, no tienen ninguna mención a los Acuerdos de San Andrés, que le han costado sangre y muertos no sólo a los zapatistas, sino a los más de 40 pueblos indios, tribus y naciones de México, que están de acuerdo con esa lucha. Nosotros estamos de acuerdo con lo que expreso, doña Ofelia, autoridad tradicional o’odham.
We are zapatist —somos zapatistas— we live in the last corner of this country —vivimos en la última esquina de este país—. Nosotros somos de raíz maya —we are from maya’s root, we are people of tzeltal, tzotzil, tojolabal, chol, zoque y mame—. Somos pueblos de raíz maya, tzeltales, tzotziles, choles, tojolabales, zoques y mames.
Y es nuestra costumbre a veces hablar, cuando hablamos con otros pueblos indios, usar el lenguaje simbólico con cuentos y leyendas —sometimes we speak about our history, our goals, with tales, leyends and simbolic language, and in this time that we have this message for the o’odham and navajos, and cherokees, we take this root.
Para pasar este mensaje que me mandaron los compañeros para decirles, usaremos ese recurso.
“Cuentan nuestras gentes más ancianas, nuestros jefes, que los dioses hicieron al mundo, hicieron a los hombres y a las mujeres de maíz primero. Y que les pusieron precisamente el corazón de maíz. Pero que el maíz se acabó y que algunos hombres y mujeres no alcanzaron corazón. Pero también se acabó el color de la tierra, y empezaron a buscar otros colores y entonces les tocó corazón de maíz a gente que es blanca, roja o amarilla. Por eso hay aquí gente que no tiene el color moreno de los indígenas, pero tiene el corazón de maíz, y por eso está con nosotros.
Dicen nuestros más antiguos que la gente que no agarró corazón, luego lo ocupó, ocupó el espacio vacío con el dinero, y que esa gente no importa qué color tenga, tiene el corazón de color verde dólar.
Y dicen nuestros antiguos que, cada tanto, la tierra busca proteger a sus hijos, a los hombres y mujeres de maíz. Y que llega un momento —que es cuando la noche es más difícil— donde la tierra se cansa y necesita que esos hombres y mujeres la ayuden a vivir”.
A nuestra gente la estaban matando con enfermedades, íbamos a desaparecer, así como está desapareciendo el pueblo kiliwa, aquí a algunos cientos de kilómetros de donde estamos, donde sólo quedan 54 familias. Y de ellas, sólo cuatro hablan la lengua kiliwa aquí en México, de este lado.
Nosotros queríamos decirle a la nación o’odham, a los navajo —¿no sé si está Michelle todavía? tampoco, bueno, no tenemos ningún mensajero, ojalá que alguien lo grabe… perdón, Michelle—.
Lo que pasó es que en nuestra tierra, nuestros jefes, yo soy Subcomandante —porque no soy jefe—, mis jefes son hombres y mujeres como Doña Ofelia, como Don José, indígenas cien por ciento. Y a mí me tocó —junto con otros compañeros— otro trabajo.
Nosotros ya estábamos muertos y fuimos llamados a convertirnos en guerreros, según nuestra leyenda. Y como estamos muertos, nos convertimos en lo que somos: unas sombras. Y en sentido estricto somos eso: sombras guerreras —shadow’s warriors o warriors of the shadows—.
Y el primero de enero de 1994, en la pared de un banco de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, apareció un letrero que pintamos que decía: “aquí estamos los muertos de siempre, muriendo otra vez, pero ahora para vivir” —here we are the deads of ever, dying again but now for life, to live, sorry—.
Y era el mensaje que estábamos dando al resto del mundo: que en este país y en este planeta, había que pelear y estar dispuesto a morirse para poder sobrevivir.
En la historia que estamos contando —o que nos mandaron decirles—, la tierra que nos protegió después de la invasión española, y nos hizo sobrevivir y resistir la invasión norteamericana, y nos hizo vivir. Y luego la invasión del dinero o del gran capital, y nos hizo sobrevivir, está a punto de morir, precisamente por ésos que están allá arriba. Si ustedes piensan que ellos se van a conformar con vernos pobres, sin escuela, sin medicinas, están equivocados: ellos quieren que desaparezcamos completamente.
Durante décadas enteras hemos estado viviendo con enfermedades, sin educación, arañando la tierra para poder sacarle algo de producto. Ahora quieren también esa tierra. La escalera náutica significará la desaparición total del pueblo yoreme, mayo, de lo yaquis, de los cucapás, y de toda la costa de Sonora y Sinaloa, y de Baja California, y Baja Sur, para empresas hoteleras y turísticas. No va a haber más que engaños del gobierno, para el yoreme, para el yaqui, para el o’odham, para el cucapá y para el kiliwa.
Los gobiernos —y quienes los mandan— quieren esa tierra para convertirla en una mercancía. Si nosotros permitimos eso, esa tierra va a ser destruida. Y aquélla que nos protegió, que nos hizo sobrevivir, va a morir también. Y muriendo esa tierra y ese mundo, no habrá porqué pelear, ni qué vivir, ni qué estudiar.
Lo que nosotros estamos planteando aquí es que tenemos que unirnos como pueblos indios. La tierra muere lo mismo en territorio o’ odham, navajo, cherokee, tzeltal, tzotzil, purépecha, náhuatl, y tenemos que unirnos, pero no sólo en México, sino en todo el continente.
Ellos, los que están allá arriba, ya demostraron durante cientos de años, durante siglos, que lo único que han hecho ha sido destruir la tierra. No más —no more that’s enough—, es suficiente. Ahora nosotros tenemos que tomar el destino de la tierra y su defensa en nuestras manos. No dejarlo ni un minuto más en manos del rico.
Nosotros y nosotras, los que tenemos el color de la tierra y el corazón de maíz, sin importar nuestro color de piel, tenemos que hacerlo, porque si no el mundo va a desaparecer.
Al que tiene el dinero, no le importa lo que está pasando. El territorio o’odham, navajo, es ahora un territorio de muerte. Sus campos, donde florece su cultura, es donde se asesina a mexicanos pobres, a familias que tratan de cruzar para el otro lado. El pueblo o’odham y el navajo no pueden permitir eso. Ustedes saben que están convirtiendo nuestras tierras, además, en su bote de basura: somos el basurero de ellos. Los desechos tóxicos, los desechos nucleares, no se van a las zonas residenciales, ni a Nueva York, ni a Washington: se van a tierras indias.
Y la tierra es como el cuerpo humano, no pueden inyectarle veneno en una parte, sin que afecte a todo lo demás. Ellos piensan que sólo se envenenará la tierra o’odham o navajo. Se va a envenenar todo y se va a destruir.
Como dijo el compañero del Congreso Nacional Indígena: “nosotros venimos a invitarlos, no para pedirle al gobierno, sino para quitarlo”. No para estar rogando porque el gobierno norteamericano y el mexicano respeten el territorio o’odham, que está partido por la línea fronteriza. Y que sabemos que esa línea fronteriza cruza por un centro ceremonial de su pueblo.
Queremos que esa frontera desaparezca, que exista otra vez la nación o’odham, la navajo, la cherokee, así como nuestros pueblos, porque ellos ya demostraron que no pueden conducir este mundo y llevarlo a buen término. Nosotros tenemos que hacerlo, no sólo por nuestros pueblos indios, sino por toda la humanidad. Por eso, nosotros decimos que nuestra lucha es por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Nosotros queríamos invitarlos a este movimiento que se llama la Otra Campaña, para que como pueblos indios, no se vuelva a repetir la historia de cada 100 años. Se va a repetir, pero una parte va a cambiar.
En 1810, luchamos por la independencia contra el poder español. En 1910, contra el poder del terrateniente. En el 2010 —y aún antes— lucharemos contra el poder del dinero. Pero, a diferencia de los 200 y 100 años anteriores, ahora los pueblos indios deberán ser respetados. No volverá a ocurrir lo mismo: que otro llega al poder y los pueblos indios vuelven a desaparecer, o a sufrir las mismas carencias y desprecios. Por eso como pueblos indios, formamos aparte dentro de la Otra Campaña, y aparte nos hablamos y aparte hacemos acuerdos.
Los que están allá arriba, compañeros y compañeras de Sonora —yaquis, yoremes, cucapás, o’odham—, sólo los van a engañar. Van a comprar a uno o dos de ustedes, los van a pasear —como andan paseando ésos que repartieron hace rato el papel— por todo el mundo, pero su pueblo va a desaparecer.
Y si ustedes son los líderes, sí es cierto, los van a llevar a hoteles, o a las convenciones ésas que hacen los políticos, pero su pueblo va a desaparecer.
Y van a salir las fotos en los periódicos de sus líderes, pero el basurero va a envenenar su tierra.
Y va a haber muchos encuentros y declaraciones, pero nuestros mexicanos y mexicanas pobres van a seguir muriendo en la tierra del navajo, o en la tierra del o’odham. Esas cosas no van a cambiar si seguimos creyendo allá arriba.
Y eso es lo que va a hacer el gobierno de Sonora, después de esta reunión lo van a ver. Va a declarar que va a resolver el problema indígena, los va a buscar a ustedes y los va a invitar a los grandes hoteles, les va a dar de comer bien, y les va a poner papeles para que firmen. Les va a dar unas despensas, unos créditos. Pero nada, absolutamente nada, va a cambiar en sus territorios.
Los Acuerdos de San Andrés, que son los que representan el acuerdo de más de 40 pueblos, tribus y naciones, y barrios de pueblos indios de México, dicen una cosa que a todos se les olvida decir, que es: “que el territorio indígena es indígena”. Nadie puede hacer nada en territorio indígena, si la comunidad no acepta. Ni poner un basurero, ni poner un hotel, ni siquiera cruzar por su territorio sin permiso de las autoridades —que es de lo que se quejaba la compañera Ofelia por cierto, y de lo que nos quejamos también nosotros—.
Eso es lo que estamos diciendo en donde estamos pasando. Y en este caso, nosotros pensábamos que sólo íbamos a hablar con el pueblo o’odham, o con pueblos indios, pero que bueno que llegaron de muchas partes. Y especialmente, de la gente que está luchando del otro lado en Estados Unidos, también con los pueblos indios, y también con esta injusticia, esta guerra de aniquilamiento que hay contra los indocumentados.
Hace rato cuando veníamos para acá, cruzamos la frontera, ahí en Sonoyta, nos cruzamos del otro lado y luego nos regresamos porque teníamos que llegar hasta acá. Pero se veía la gran extensión del desierto, y yo me imaginaba —y yo me imagino que todos los compañeros de la karavana—, lo que iba a significar cruzar ese desierto, sin alimentos. Si no te mataba el calor o el frío, te mataban los minute men, o los rancheros, o los motociclistas, o la migra. Y nadie iba a llevar la cuenta, ni siquiera los estudios de las universidades.
Si nosotros, como pueblos indios, no nos unimos… Nosotros estamos planteando un encuentro continental de todos los pueblos originarios de estas tierras, en octubre del año que entra, cuando se cumplen 515 años del “descubrimiento”. ¡Ya estuvo bueno! 500 años son suficientes para demostrar que no pudieron.
Y si los gobiernos de Estados Unidos o de México no nos vieron cuando éramos pocos, veamos si el mundo no nos va ver, cuando todos los pueblos indios de este continente —desde Tierra de Fuego, hasta Alaska— se unan y empiecen a contar todas las injusticias y sus luchas. Y ese encuentro va a ser en el Noroeste de México, cerca de la frontera —que no existe para nosotros—, o sea cerca de la tierra o’odham, navajo, cherokee, cucapá, kiliwa, yoreme, yaqui, donde hemos estado todos estos días. Dentro de unos días, nos estamos poniendo de acuerdo y haciendo las consultas, tal vez el mes que entra salga esta convocatoria que estamos proponiendo.
Eso es más o menos lo que queríamos decirles. Ojalá y le puedan pasar el mensaje a las jefas tradicionales: Ofelia, Brenda, Alicia —aquí está Don José—. Michell: te pido de favor que lo pases con el pueblo navajo, compa con el pueblo cherokee.
Sólo les pedimos eso, vamos a hablar directamente entre nosotros y hacer acuerdo. La próxima vez que vengamos vendrán mis jefes, no vendré yo, a mí me mandaron primero a ver cómo estaba. Yo les informo y entonces vienen ellos, que son los que me mandan, porque ese es nuestro modo.
Ese es lo que les queríamos decir, compañeros y compañeras. Muchas gracias, buenas noches.
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