Después de largos y terriblemente duros años de lucha, no se ha conseguido alcanzar iguales condiciones laborales, políticas y sociales para la mujer respecto al hombre. Por más que las instituciones públicas y las constituciones generosas, la carta internacional de los derechos humanos, etc., lo contemplen, la igualdad de derechos de todas las personas es una irrealidad palpable y evidente, que se manifiesta cruentamente en las relaciones de género que se dan en nuestra sociedad.
La mujer hoy, en nuestra tan “moderna sociedad”, sigue soportando insoportables -valga la redundancia- dosis de sexismo (llamémosle machismo): falta de reconocimiento profesional e infravaloración de las potencialidades de la persona por el hecho de ser mujer, cargas en las responsabilidades familiares infinitamente superiores a las de los hombres; salarios inferiores a igual tarea; mayores dificultades para acceder a puestos más relevantes en la empresa, la política, etc.; exposición diaria a un lenguaje generalizado cargado de machismo y estereotipos de todo tipo que condenar a la mujer, por el simple hecho de serlo, a peores condiciones de vida que los hombres.
Mucho queda por andar, aunque el camino andado no sea desdeñable. Esta lucha tiene sus avances y sus retrocesos. Por ejemplo: el tremendo drama que vivimos, el peor de los posibles, la abominable, detestable y vergonzosa violencia machista contra las mujeres que cada día, como un goteo incesante, se cobra una nueva vida de mujer a manos de “un hombre”. Otro ejemplo de estos retrocesos o atascos lo vemos en instituciones como la Iglesia Católica, o al menos sus representantes oficiales, que son mucha iglesia, que han responsabilizado de este drama, cínica, desalmada, indecorosa e interesadamente, y en más de una ocasión, a la propia victima. Sitúan el origen de la violencia de género en libertad que ha alcanzado la mujer para decidir. Y se quedan tan panchos y celestiales los muy animales. Pero claro, este es un ejemplo de cómo el machismo está instaurado en el tuétano de nuestra sociedad y es del propio hueso de donde debemos extraerlo.
El día internacional de la mujer trabajadora se justifica porque recuerda la lucha de la mujer por sus derechos y sus libertades. El día de la mujer trabajadora no puede quedarse en un mero día de celebración u onomástica, como si del día de los enamorados se tratara.
Muchas mujeres se han dejado la vida en esta lucha, desde antes de los terribles acontecimientos de Nueva York. Acontecimientos que marcaron un punto de inflexión para la lucha. En aquellas fechas de principios del siglo pasado, más de cien mujeres que defendían sus derechos como trabajadoras y también como mujeres, fueron asesinadas cobardemente, de la más vil de la maneras: los patronos prendieron, o mandaron prender, fuego a aquella fábrica e impidieron su salida de las trabajadoras para que allí murieran, quemadas.
Pero después de aquellos terribles acontecimientos, que desde luego marcan un hito en la lucha de la mujer, han seguido luchando, andando y dando imponentes ejemplos de lucha, dejándose la piel y, en muchas ocasiones, la vida por la causa.
Muchos han sido los logros, pero mucho es lo que está aún por conseguirse. En este, esperemos, último tramo de la lucha, alcanzaran los objetivos. Pero se exige el esfuerzo de todos, tenemos que levantarnos juntas y juntos, mujeres y hombres, hombre y mujeres, codo con codo y mano con mano, para luchar, no porque la tortilla se vuelva, sino para que se reparta equitativamente.
Y es que, esta sociedad, por más que airee lo contrario, no ha superado los mínimos de la sociedad justa que dice ser o aspira a ser, pues en sus esquemas básicos de funcionamiento está el sustentar la desigualdad como un valor. Esto, en el caso de las relaciones de género, se manifiesta en sus diferentes ámbitos de la forma siguiente:
Ámbito laboral: menor salario a igual desempeño; menor presencia en los puestos relevantes y directivos de la empresa; pérdida de empleo o dificultad para conseguirlo por ser futuras madres; mayores cifras de desempleo femenino; presión y exigencia mayor que al hombre en el desempeño de su tarea; acoso sexual en el trabajo; etc.
Ámbito Social: lenguaje social, formalmente aceptado, cargado de connotaciones sexistas de género masculino; la responsabilidad de la familia sigue recayendo básicamente en la mujer; baja remuneración en el trabajo y menores niveles de independencia económica; fuertes estereotipos que plantean tiránicas exigencias en la imagen o estética de mujer: vestimenta, constitución corporal, etc.; feminización de la pobreza; imposición de mayores limitaciones para acceso a la cultura; menores posibilidades de elección sobre su futuro; poca presencia en los puestos de responsabilidad públicos y privados; etc.
En el ámbito familiar: mayor peso afectivo: reconociendo el plano afectivo como responsabilidad básicamente de la mujer; mayor peso en la responsabilidad y desempeño de las tareas domesticas y el cuidado de los hijos; relaciones de dominio y posesión del hombre sobre la mujer; situaciones del maltrato físico y psicológico; etc.
Esta claro que todas estas manifestaciones sexistas-machistas tiene una fuerte repercusión negativa el ámbito de lo personal, en el aspecto psicológico, afectando a la mujer, entre otras cosas, en: exceso de asunción de responsabilidades en el ámbito la familia; sentimiento de culpa; muy alto nivel de autoexigencia, desajustes en el autoconcepto y autoestima, etc.
Es contra todo ello, el colectivo de mujeres más conscientes de esta situación. Lleva muchos años luchando y dejándose la piel en ello. Pero aún queda mucho por andar, así que andemos. Levantemos la bandera de la justicia, la bandera de la equidad, la bandera de la causa de la mujer trabajadora. Porque es la causa de las sociedades más justas y por tanto causa común y del género humano y por supuesto de las organizaciones que se consideren de izquierdas y revolucionarias.
Hay un poema de Pablo Neruda, y que invita a luchar, levantando la bandera común. Yo quiero sumarme contigo y tomar la bandera que simboliza la lucha de la mujer trabajadora:
… pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria…
(Pablo Neruda)
Miguel Mata Betancor. Es militante de UNIDAD DEL PUEBLO
Miguel Mata info@unidaddelpueblo.org
Tomado de Bentayga
La mujer hoy, en nuestra tan “moderna sociedad”, sigue soportando insoportables -valga la redundancia- dosis de sexismo (llamémosle machismo): falta de reconocimiento profesional e infravaloración de las potencialidades de la persona por el hecho de ser mujer, cargas en las responsabilidades familiares infinitamente superiores a las de los hombres; salarios inferiores a igual tarea; mayores dificultades para acceder a puestos más relevantes en la empresa, la política, etc.; exposición diaria a un lenguaje generalizado cargado de machismo y estereotipos de todo tipo que condenar a la mujer, por el simple hecho de serlo, a peores condiciones de vida que los hombres.
Mucho queda por andar, aunque el camino andado no sea desdeñable. Esta lucha tiene sus avances y sus retrocesos. Por ejemplo: el tremendo drama que vivimos, el peor de los posibles, la abominable, detestable y vergonzosa violencia machista contra las mujeres que cada día, como un goteo incesante, se cobra una nueva vida de mujer a manos de “un hombre”. Otro ejemplo de estos retrocesos o atascos lo vemos en instituciones como la Iglesia Católica, o al menos sus representantes oficiales, que son mucha iglesia, que han responsabilizado de este drama, cínica, desalmada, indecorosa e interesadamente, y en más de una ocasión, a la propia victima. Sitúan el origen de la violencia de género en libertad que ha alcanzado la mujer para decidir. Y se quedan tan panchos y celestiales los muy animales. Pero claro, este es un ejemplo de cómo el machismo está instaurado en el tuétano de nuestra sociedad y es del propio hueso de donde debemos extraerlo.
El día internacional de la mujer trabajadora se justifica porque recuerda la lucha de la mujer por sus derechos y sus libertades. El día de la mujer trabajadora no puede quedarse en un mero día de celebración u onomástica, como si del día de los enamorados se tratara.
Muchas mujeres se han dejado la vida en esta lucha, desde antes de los terribles acontecimientos de Nueva York. Acontecimientos que marcaron un punto de inflexión para la lucha. En aquellas fechas de principios del siglo pasado, más de cien mujeres que defendían sus derechos como trabajadoras y también como mujeres, fueron asesinadas cobardemente, de la más vil de la maneras: los patronos prendieron, o mandaron prender, fuego a aquella fábrica e impidieron su salida de las trabajadoras para que allí murieran, quemadas.
Pero después de aquellos terribles acontecimientos, que desde luego marcan un hito en la lucha de la mujer, han seguido luchando, andando y dando imponentes ejemplos de lucha, dejándose la piel y, en muchas ocasiones, la vida por la causa.
Muchos han sido los logros, pero mucho es lo que está aún por conseguirse. En este, esperemos, último tramo de la lucha, alcanzaran los objetivos. Pero se exige el esfuerzo de todos, tenemos que levantarnos juntas y juntos, mujeres y hombres, hombre y mujeres, codo con codo y mano con mano, para luchar, no porque la tortilla se vuelva, sino para que se reparta equitativamente.
Y es que, esta sociedad, por más que airee lo contrario, no ha superado los mínimos de la sociedad justa que dice ser o aspira a ser, pues en sus esquemas básicos de funcionamiento está el sustentar la desigualdad como un valor. Esto, en el caso de las relaciones de género, se manifiesta en sus diferentes ámbitos de la forma siguiente:
Ámbito laboral: menor salario a igual desempeño; menor presencia en los puestos relevantes y directivos de la empresa; pérdida de empleo o dificultad para conseguirlo por ser futuras madres; mayores cifras de desempleo femenino; presión y exigencia mayor que al hombre en el desempeño de su tarea; acoso sexual en el trabajo; etc.
Ámbito Social: lenguaje social, formalmente aceptado, cargado de connotaciones sexistas de género masculino; la responsabilidad de la familia sigue recayendo básicamente en la mujer; baja remuneración en el trabajo y menores niveles de independencia económica; fuertes estereotipos que plantean tiránicas exigencias en la imagen o estética de mujer: vestimenta, constitución corporal, etc.; feminización de la pobreza; imposición de mayores limitaciones para acceso a la cultura; menores posibilidades de elección sobre su futuro; poca presencia en los puestos de responsabilidad públicos y privados; etc.
En el ámbito familiar: mayor peso afectivo: reconociendo el plano afectivo como responsabilidad básicamente de la mujer; mayor peso en la responsabilidad y desempeño de las tareas domesticas y el cuidado de los hijos; relaciones de dominio y posesión del hombre sobre la mujer; situaciones del maltrato físico y psicológico; etc.
Esta claro que todas estas manifestaciones sexistas-machistas tiene una fuerte repercusión negativa el ámbito de lo personal, en el aspecto psicológico, afectando a la mujer, entre otras cosas, en: exceso de asunción de responsabilidades en el ámbito la familia; sentimiento de culpa; muy alto nivel de autoexigencia, desajustes en el autoconcepto y autoestima, etc.
Es contra todo ello, el colectivo de mujeres más conscientes de esta situación. Lleva muchos años luchando y dejándose la piel en ello. Pero aún queda mucho por andar, así que andemos. Levantemos la bandera de la justicia, la bandera de la equidad, la bandera de la causa de la mujer trabajadora. Porque es la causa de las sociedades más justas y por tanto causa común y del género humano y por supuesto de las organizaciones que se consideren de izquierdas y revolucionarias.
Hay un poema de Pablo Neruda, y que invita a luchar, levantando la bandera común. Yo quiero sumarme contigo y tomar la bandera que simboliza la lucha de la mujer trabajadora:
… pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria…
(Pablo Neruda)
Miguel Mata Betancor. Es militante de UNIDAD DEL PUEBLO
Miguel Mata info@unidaddelpueblo.org
Tomado de Bentayga
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