20 junio, 2007

Fue a tiros el desalojo en Lomas del Dorado, confirma un testigo herido

Mientras Calderón visitaba Mecatlán, la policía de Fidel Herrera reprimía a indígenas

Mientras el presidente Felipe Calderón efectuaba una visita relámpago a Mecatlán, en la parte alta del Totonacapan, Veracruz, escoltado por el gobernador Fidel Herrera Beltrán, en el que sus asesores le marcaron como uno de los municipios más marginales, no lejos, en la zona nahua de la Huasteca, en Ixhuatlán de Madero, seguía desarrollándose el desalojo violento de indígenas en Lomas del Dorado. Una decena de ellos están recluidos en el penal de Villa Aldama. Antonio Santiago Hernández, de 34 años, de Piedra Grande Chicolito, con una bala incrustada en un glúteo y sin atención médica, confirma que el operativo policíaco del día 14 fue a tiros.

El gobierno veracruzano ofrecía diálogo, pero ante la inminente gira presidencial optó por una rápida acción represiva. Siguen desaparecidos los indígenas Gabino Flores y Fernando (se desconoce su apellido). Un tercer desaparecido, Javier Islas Cruz, de la Red Unidos por los Derechos Humanos, se reportó este lunes desde un lugar "seguro". Su testimonio indica que los detenidos han sido torturados:

"El diálogo (con el gobierno) duró escasos 15 minutos. Su postura era una sola: que los campesinos desocuparan las tierras y el martes 19 se instalaría una mesa de trabajo, que el gobernador estaba muy interesado en dar solución al problema. Gabino dijo que no desocuparían las tierras. Esto molestó a los del gobierno, y dieron 30 minutos 'para que lo pensaran'. Gabino contestó que no había nada que pensar".

El enviado de Herrera Beltrán había dicho a los indígenas que los "dueños" de las tierras "presionaban" al gobierno para el desalojo. Dio la vuelta y se retiró. "Pero las patrullas se quedaron. Entró una camioneta blanca con vidrios polarizados a toda velocidad, y en seguida otras patrullas con policías disparando. Levanté los brazos, me siguieron disparando y me indicaron que me tirara boca abajo."

Islas Cruz relata: "Me subieron a una patrulla, me quitaron cartera, cinturón, zapatos. Todo el camino boca abajo, sólo escuchaba disparos. Les decía que no dispararan, que nadie estaba armado. Me preguntaban cuántos eran y quién era el líder. Percibí más de 100 agentes, nueve patrullas, un autobús con granaderos, policías a caballo y 10 más con perros. Después llegaron los detenidos y los empezaron a golpear con las fundas de sus machetes, bajándoles los pantalones y poniéndolos boca a bajo.

"Me subieron a mi carro junto con tres policías rumbo a Álamo. En Benito Juárez me quitaron nuevamente mi carro. Nos pusieron de rodillas alrededor de una cubeta de agua. Éramos 11 los detenidos. Escogieron al azar. Nos pidieron que nos laváramos la cara y las manos. Al que elegían lo llevaban a un cuarto. Se escuchaban golpes y lamentos. Allí les hacían preguntas.

"Estaba por oscurecer cuando nos subieron a las patrullas, esposados, algunos sin camisa, y emprendieron rumbo a Tuxpan. Siento que viajamos más de seis horas. Nos bajaron en un reclusorio, nos instalaron en un cuarto grande donde había policías. Un médico nos tomó el pulso, preguntó si teníamos alguna molestia. De un compañero de 70 años, el más golpeado, los policías decían que traía la cruda de una borrachera."

El testimonio agrega: "Me llevaron a un cuarto. Me golpearon el estómago, pidiendo que dijera si yo era el líder. En una mesa pusieron machetes, radios y cargadores, pilas, camisas negras, sombreros, pantalones y camisas militares, la bandera del EZLN y mantas de la otra campaña. Luego agregaron cuatro pistolas; según ellos también nos las habían encontrado. Toda la mañana nos tuvieron hincados frente a la pared y nos golpeaban".

Según Islas Cruz, durante su declaración no hubo abogado, "únicamente una secretaria que escribía al modo de su jefe lo que decíamos". A golpes en estómago y cuello "exigieron que me declarara propietario de los uniformes y que iba a enseñarles a disparar armas de fuego. Por la noche nos llevaron al reclusorio. Después me vendaron los ojos, me subieron a la batea de una camioneta, me quitaron la camisa y arrancaron. El trayecto duró como una hora, me bajaron y me sentaron en una mesa. Constantemente personas que no podía ver me interrogaban", añade.

"Dijeron que ya venían los militares de Coatzintla y con ellos me iba a ir peor. El sábado me entrevistaron cinco más, siempre vendado y sin camisa, no supe si era de día o de noche, sólo comí una vez y no me dejaron levantar del asiento con las manos amarradas sobre la mesa. Escuché que entraron varios, me tomaron de los brazos, caminamos unos metros y escuché otra vez el motor de la camioneta. Me subieron a la batea y empezó la marcha un largo tiempo por carretera y después terracería. Nunca dejaron que me incorporara, me bajaron cargando. Dijeron que tenían ubicada a mi familia y que si comentaba algo de esto matarían primero a mis padres y hermanos y al último a mí. Escuché alejarse la camioneta. Después unos disparos. Me tumbé, esperé, me quité la venda. Todo era monte. Caminé un buen rato hasta una gasolinería. Los letreros decían Teziutlán (Puebla)."

HERMANN BELLINGHAUSEN. Tomado de La Jornada. 20 06 07.

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