11 mayo, 2007

¡Pum!

La (muy) eficaz doctrina bazuca
Método rápido contra resistencias
En la Tierra Caliente de Michoacán se produjo ayer una tentadora oferta de solución a los problemas nacionales: la operación bazuca. ¡Pum! Y todo acabó. Un click salvador y la resistencia y la oposición terminan. Todo fuese como jalar un gatillo (u oprimir un botón, o dar una orden, o no darla y dejar que otros asuman el poder mientras uno navega en la nada).

El gobierno de George W. Calderón ha hablado de guerra y las escenas de ayer respaldan en posición de ataque sus palabras. Ni siquiera ha sido necesario en México, tierra de la simplicidad administrativa, firmar actas patrióticas, pues con la simple fuerza de los hechos se ha mostrado que, cuando de entrar en combate se trata, no son necesarias ni válidas las leyes y otras mitologías presuntamente protectoras de derechos o buscadoras de castigos institucionales y no de facto.

A una semana del confuso episodio de Carácuaro, los militares mexicanos dejan sentada una premisa ejemplar en Apatzingán: no son necesarios los procesos legales ni las tácticas disuasorias o extenuantes cuando es necesario acabar con un peligro. ¡Zaz!, una decisión firme y todo acaba en un santiamén. Una tanqueta y desde ella el arma lanzadora de proyectiles que zanjan todo litigio (ametralladora lanzagranadas MK 19, calibre 40, según las primeras informaciones bélicas disponibles): tierra arrasada, cenizas y polvo. La pena de muerte sin juicio. La aplicación del criterio de la superioridad en sustitución de las monsergas jurídicas. Te lo digo Apatzingán para que lo entiendas México. Hoy, por el narco; mañana, por lo que sea necesario. La abolición de las leyes no pasa por un congreso, sino por un arma al hombro.

Desde luego que el narcotráfico debe ser combatido y encarcelados, y muy castigados, sus gerentes y empleados. Desde luego que el Estado debe actuar con su fuerza -la única legítima, según los cánones académicos- y someter al imperio de la ley a quienes la infringen (¡sopas, el tecleador se está poniendo solemne y mamón!). Pero los actos de Michoacán llevan la B de Benganza como divisa, y el Estado no debe funcionar con sentido de represalia, sino de justicia, no de vendetta gremial o corporativa, y sí de respeto a leyes y derechos por muy mancillados que estuvieran (¡vaya que el escribano anda desatado con eso de la prosopopeya!). El comandante Calderón abrió la puerta a la participación abierta y creciente de los militares en asuntos que los civiles no pudieron resolver mediante la política y el andamiaje institucional ordinario, y ahora la lógica del exterminio del enemigo (que es el razonamiento militar) recorre el país, hoy en el choque con personajes siniestros y peligrosos como son los narcotraficantes, mañana (si esa lógica y esa presencia continúan) contra todo aquello que a juicio de quienes tienen las armas deba ser extirpado. ¡Pum! Rapidito.
Astillero
Julio Hernández López

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