Ya los grandes monopolios televisivos, en una intensa campaña de promoción turística, invitan de nuevo a visitar Oaxaca. El titular del Instituto Estatal de Educación declara a los cuatro vientos que "la totalidad de las escuelas funcionan normalmente", y el equipo del gobernador ha sido renovado, bajo el esquema de la "misma gata, nada más que revolcada".
Miles de litros de pintura han cubierto los letreros de repudio al mal gobernador; las barricadas han sido retiradas y lavadas las huellas de las recientes refriegas callejeras. Del zócalo, el Llano y del Parque del Amor han sido retirados cientos de militares con uniforme de la Policía Federal Preventiva y enviados a la Zona Militar y a su base en el aeropuerto, mientras otros tantos revisan a la población en retenes instalados por toda la geografía estatal.
La radio gubernamental ha vuelto a operar y envía a los cuatro vientos mensajes de reconciliación y de que aquí no ha pasado nada; y no tarda en aparecer en cadena estatal un discurso navideño del gobernador desconocido, deseándoles paz y bienestar a las familias oaxaqueñas.
Los grandes medios han pasado a un segundo o tercer término el tema Oaxaca, el cual fue importante mientras hubo muertos y enfrentamientos; pero ahora que se persigue en santa paz a los opositores, ya no es noticia. No vende el que haya decenas de presos políticos, muchos de ellos torturados; esa no es novedad, eso es el estado de derecho, ya lo confirmó Francisco Ramírez Acuña, el cuestionado y cínico titular de Gobernación.
Oaxaca simula una tranquilidad. Tratan de hacernos creer que el conflicto ya terminó. Sin embargo, diariamente brotan señales de inconformidad. Los comerciantes reclaman en las calles que sean cumplidos los compromisos de apoyo económico hechos por la Secretaría de Gobernación, y en el centro de la ciudad los estudiantes marchan demandando la liberación de los universitarios presos.
Por su parte, en el istmo de Tehuantepec cientos de indígenas bloquean las carreteras, a pesar del cerco que les ha tendido la Policía Federal Preventiva, y los maestros del sector de Valles Centrales amagan con parar de nuevo. A diario aparecen en todo el estado pintas demandando la salida del gobernador, mismas que son casi de inmediato borradas.
Desde el tlatelolcazo del 25 de noviembre pasado, han ocurrido decenas de movilizaciones, si bien es cierto, no son tan masivas ni tan visibles como las ocurridas antes. Ahora la demanda central es la liberación de los presos y la presentación con vida de los desaparecidos; sin embargo, se sigue reclamando el castigo para los asesinos de más de 20 oaxaqueños, para los responsables de los cientos de heridos, secuestrados, detenidos arbitrariamente y torturados y, por supuesto, sigue firme la demanda que ya es histórica para el pueblo oaxaqueño: la salida de Ulises Ruiz del gobierno.
No habrá tranquilidad en Oaxaca mientras no se haga justicia para los cientos de agraviados; para las familias de los asesinados; mientras no se libere a todos los presos y se presente con vida a los desaparecidos. En Oaxaca no habrá paz mientras los sicarios de Ulises Ruiz paseen su impunidad por las calles; mientras los funcionarios responsables de tanto atropello sigan en sus cargos. No, no podrá haber paz, habrá simulación en el mejor de los casos, engaño, pero no paz.
La paz sin justicia es la paz de los sepulcros, es la paz de las celdas, de la oscuridad. Las instituciones estatales y federales encargadas de procurar e impartir justicia no tienen la más mínima posibilidad de hacerla valer. ¿Quién cree en este país que la procuradora de Oaxaca pueda o quiera meter a la cárcel a sus empleados asesinos? ¿Quién en sus cabales cree que el procurador federal Eduardo Medina Mora se integre a sí mismo una averiguación previa por los brutales excesos cometidos en Oaxaca por la Policía Federal Preventiva a partir del 29 de octubre pasado?
No, no hay posibilidad de una paz con justicia para Oaxaca, pues son los mismos responsables de impartirla los que la han burlado. Por ello no habrá paz justa en Oaxaca, pero tampoco en México, mientras sean nuestros gobernantes los mismos que violan la ley, los que agravian a la ciudadanía y los que en nombre del estado de derecho persiguen, torturan y asesinan con total impunidad a los ciudadanos que reclaman sus derechos.
Carlos Beas Torres
24 de diciembre de 2006
Miles de litros de pintura han cubierto los letreros de repudio al mal gobernador; las barricadas han sido retiradas y lavadas las huellas de las recientes refriegas callejeras. Del zócalo, el Llano y del Parque del Amor han sido retirados cientos de militares con uniforme de la Policía Federal Preventiva y enviados a la Zona Militar y a su base en el aeropuerto, mientras otros tantos revisan a la población en retenes instalados por toda la geografía estatal.
La radio gubernamental ha vuelto a operar y envía a los cuatro vientos mensajes de reconciliación y de que aquí no ha pasado nada; y no tarda en aparecer en cadena estatal un discurso navideño del gobernador desconocido, deseándoles paz y bienestar a las familias oaxaqueñas.
Los grandes medios han pasado a un segundo o tercer término el tema Oaxaca, el cual fue importante mientras hubo muertos y enfrentamientos; pero ahora que se persigue en santa paz a los opositores, ya no es noticia. No vende el que haya decenas de presos políticos, muchos de ellos torturados; esa no es novedad, eso es el estado de derecho, ya lo confirmó Francisco Ramírez Acuña, el cuestionado y cínico titular de Gobernación.
Oaxaca simula una tranquilidad. Tratan de hacernos creer que el conflicto ya terminó. Sin embargo, diariamente brotan señales de inconformidad. Los comerciantes reclaman en las calles que sean cumplidos los compromisos de apoyo económico hechos por la Secretaría de Gobernación, y en el centro de la ciudad los estudiantes marchan demandando la liberación de los universitarios presos.
Por su parte, en el istmo de Tehuantepec cientos de indígenas bloquean las carreteras, a pesar del cerco que les ha tendido la Policía Federal Preventiva, y los maestros del sector de Valles Centrales amagan con parar de nuevo. A diario aparecen en todo el estado pintas demandando la salida del gobernador, mismas que son casi de inmediato borradas.
Desde el tlatelolcazo del 25 de noviembre pasado, han ocurrido decenas de movilizaciones, si bien es cierto, no son tan masivas ni tan visibles como las ocurridas antes. Ahora la demanda central es la liberación de los presos y la presentación con vida de los desaparecidos; sin embargo, se sigue reclamando el castigo para los asesinos de más de 20 oaxaqueños, para los responsables de los cientos de heridos, secuestrados, detenidos arbitrariamente y torturados y, por supuesto, sigue firme la demanda que ya es histórica para el pueblo oaxaqueño: la salida de Ulises Ruiz del gobierno.
No habrá tranquilidad en Oaxaca mientras no se haga justicia para los cientos de agraviados; para las familias de los asesinados; mientras no se libere a todos los presos y se presente con vida a los desaparecidos. En Oaxaca no habrá paz mientras los sicarios de Ulises Ruiz paseen su impunidad por las calles; mientras los funcionarios responsables de tanto atropello sigan en sus cargos. No, no podrá haber paz, habrá simulación en el mejor de los casos, engaño, pero no paz.
La paz sin justicia es la paz de los sepulcros, es la paz de las celdas, de la oscuridad. Las instituciones estatales y federales encargadas de procurar e impartir justicia no tienen la más mínima posibilidad de hacerla valer. ¿Quién cree en este país que la procuradora de Oaxaca pueda o quiera meter a la cárcel a sus empleados asesinos? ¿Quién en sus cabales cree que el procurador federal Eduardo Medina Mora se integre a sí mismo una averiguación previa por los brutales excesos cometidos en Oaxaca por la Policía Federal Preventiva a partir del 29 de octubre pasado?
No, no hay posibilidad de una paz con justicia para Oaxaca, pues son los mismos responsables de impartirla los que la han burlado. Por ello no habrá paz justa en Oaxaca, pero tampoco en México, mientras sean nuestros gobernantes los mismos que violan la ley, los que agravian a la ciudadanía y los que en nombre del estado de derecho persiguen, torturan y asesinan con total impunidad a los ciudadanos que reclaman sus derechos.
Carlos Beas Torres
24 de diciembre de 2006
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