25 septiembre, 2006

Sabiduría mayo-yoreme

El pensamiento y sus afinidades

Para ser sabios y libres, es el cuerpo del pensamiento lo que debemos cultivar, del mismo modo en que cultivamos el universo que nos pregunta:

En qué se parece tu pensamiento a los millones de estrellas
que anidan en el cielo.
En qué se parece tu pensamiento al viento de la tarde.
En qué se parece al sol que alumbra y nos da vida.
En qué se parece a un águila en vuelo
En qué se parece a las arenas infinitas del desierto.
En qué se parece tu pensamiento a las olas del mar.
En qué se parece tu pensamiento a la tempestad.
En qué se parece al rayo
En qué al relámpago.
En qué se parece tu pensamiento a una barranca
En que se parece a las piedras.
En qué se parece a una montaña.
En qué se parece a los manantiales.
En qué se parece al vapor que se levanta
En qué se parece a las nubes pasajeras
En qué se parece tu pensamiento a la lluvia fina
En qué se parece a un río caudaloso
En qué se parece al horizonte.
En qué se parece tu pensamiento al bosque
En qué se parece a un árbol
En que se parece a la vegetación.
En qué se parece a una flor.
En qué se parece a la tierra reverdecida.
En qué se parece tu pensamiento a una milpa sembrada
En qué se parece a los granos del elote
En qué se parece tu pensamiento a un pantano
En qué se parece a un hombre y a una mujer que se aman
En qué a tu esqueleto que camina sobre la tierra
con el deseo de alcanzar la estrella de la noche
que se convierte en mañana.
En qué se parece tu pensamiento a tus cabellos.
En qué se parece a tu corazón que late.
En qué se parece a la sangre que corre por tus venas.
En qué a tus pasos.
En qué a tus brazos.
En qué a tus manos.
En qué a tus veinte dedos.
En qué se parece tu pensamiento a la distancia de tu voz.
En qué se parece tu pensamiento a tus labios.
En qué se parece a tu lengua.
En qué se parece a tus ojos.
En qué se parece a tus pestañas.

Porque así como el oído es el paladar de la palabra, así las pestañas son como una desnuda ramada bajo la cual tus ojos, sin moverse, llegan con su mirada hasta los confines mismos de ese universo que nos pregunta. Entonces nosotros, que andamos por el mundo como esqueletos encarnados de ese cuerpo del pensamiento que es la vida toda, que es la historia de todos los linajes de donde nacen frutos, formamos la comunidad, la asamblea, que es también la desnuda ramada, trenzada de la desnuda palabra, porque a los yoreme no nos gusta la palabra adornada sino la palabra directa, profunda y vasta que vaya y venga como esa mirada, sin necesidad de movernos de nuestro sitio.
Pero todos somos anivelados. Entonces decimos que más vale tener la razón que ser presidente de la república. En el altar del universo siempre hay dos velas prendidas, la libertad y la vida. El cuerpo del pensamiento del que hablamos siempre tiene que cuidar que esas dos velas sigan encendidas. Por eso la rebelión a los tiranos es obediencia a la verdad. La rebeldía contra la injusticia no viene de la corrupción del sentido jurídico, al contrario, arranca de su exaltación. Del pueblo una pequeña rebelión, de vez en cuando, es medicina necesaria para el establecimiento de un buen gobierno: toda rebelión tiene su origen, victoria o muerte, libertad o sepultura.

Alfredo Osuna

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