22 abril, 2012

Transgénicos, veinte años después


Gustavo Duch Guillot

A propósito del 17 de abril, día de la lucha campesina.

   La biotecnología transgénica durante estas dos últimas décadas se ha recreado explicando las virtudes de sus invenciones. Una tecnología que sólo ha alimentado debates pues su aplicación sólo ha generado hambre. La cifra actual de personas desnutridas nunca ha sido tan hiriente.
   Y aunque seguiremos escuchando nuevas propuestas salvadoras transgénicas, a las que deberemos responder, serán sólo pataletas. No hay mucho más que discutir, seamos claros: por un lado, la sociedad tiene una postura clara y rotunda, NO a los transgénicos; y por el otro, tantas millonadas puestas en esta ciencia apenas ha traído más que dos o tres aplicaciones. Decían que salvarían al mundo e inventaron negocios para vender venenos ponzoñosos. Un resultado-científicamente hablando- más que pobre, ridículo.
   Los cultivos transgénicos han fracasado:
   La transgenia comparte con la bomba atómica el mérito de ser la tecnología que más gente ha conseguido tener en contra, y el número no deja de crecer. La sociedad civil en general y en particular las organizaciones campesinas, ecologistas y de consumo, y también organizaciones a favor de los derechos humanos, claro, rechazan abiertamente las semillas de Monsanto y compañía.
   Los abusos cometidos por las empresas de biotecnología en todo el mundo confabulando con las autoridades administrativas han quedado desvelados, con pruebas evidentes y sin dudas razonables. Son casos que ya se estudian en escuelas de negocios.
   En Europa, semana sí, semana no, un país rechaza los transgénicos, un territorio se declara libre de transgénicos, se alargan las moratorias de prohibición de estos cultivos y se ganan juicios y denuncias sobre sus inconvenientes. La empresa con patatas transgénicas incomestibles se ha retirado –asustada y fracasada- del mercado europeo.
   En la India el lema ¡Monsanto, fuera de la India! es un movimiento y el movimiento en Haití rechazó tras el terremoto las semillas que Monsanto regalaba.
   La naturaleza también ofrece resistencia, y los cultivos transgénicos sufren resistencias, como el amaranto, cereal de los diositos mayas. ¡Divinas resistencias! Y la ciencia independiente explica las propiedades transgénicas: pocos milagros y muchos tormentos para la salud del Planeta.
   Hasta las mariposas y abejas saben que la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo tienen que ver con el modelo agrícola que empujan los transgénicos, sus semillas patentadas y sus agroquímicos esparcidos. Informadas vuelan lejos de los cultivos transgénicos, bien lejos.
   ¿Diseñan en los laboratorios cultivos que no dependan del petróleo? Eso sería pensar hacia delante, pero la ciencia transgénica piensa con los ojos tapados. Mientras tanto y desde siempre el saber campesino sabe cultivar sin avionetas y sin fertilizantes sintéticos.
   Decían que darían de comer a varios planetas y muchos universos, pero algo salió mal. Ni arroz vitamínico, ni tomates gigantescos, ni lechugas sin regar…ningún transgénico ha sido pensado para comida de personas. Sus únicos inventos, la soja, colza y maíz, que se monocultivan son materia prima para engordar la ganadería industrial (y ahora industria automovilística) de países ricos y obesos. Un descuido científico que aclara y sentencia.
   Un fracaso del que ya casi no habrá que hablar. La plaga transgénica, sus inversiones, sus tejemanejes y sus emporios que se comerían el mundo, dos décadas después cubren tan solo un 3% de la tierra agrícola mundial, recluido en cuatro o cinco países.
   Un 97% de la tierra agrícola del mundo continúa estando libre de transgénicos.
   Sentimos notificarlo, transgénicamente no hay nada que hacer.

Gustavo Duch Guillot es autor de Lo que hay que tragar y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. http://gustavoduch.wordpress.com/
http://alainet.org/active/54084

1 comentario:

Paco dijo...

El artículo peca de ignorancia o ingenuidad respecto a las repercusiones que ya tienen en la agricultura las semillas transgénicas. Desde 1999 se tiene noticias de su invasión a México y poco después de la contaminación que han provocado en diversas partes del país. Tan sólo en éstos últimos días los entreguistas diputados federales tienen en puerta la aprobación de una ley que permitirá el cultivo de esas semillas y de la privatización de patentes con el sólo objetivo de enriquecer aún más a las trasnacionales como Monsanto