06 agosto, 2007

Ángela, una víctima más del feminicidio

Tlapa, Gro., 30 de julio (apro).- Los restos de la indígena mixteca Ángela Alejandro Ortiz arribaron durante la madrugada del sábado anterior en un ataúd de cartón, para ser finalmente llevados a su pueblo, Yozondacua Llano del Carmen.

Su historia es la siguiente:

Después de cinco años de búsqueda sus padres la ubicaron en el Servicio Médico Forense (Semefo) de Chihuahua, donde fue catalogada como una víctima más de la cadena de feminicidios desatada en Ciudad Juárez, por la saña con que se cometió el asesinato.

Ángela migró cinco años atrás con su hija Zenaida, con el objetivo de emplearse como jornaleras agrícolas ante la extrema pobreza que vivían en su comunidad de origen: Yozondacua Llano del Carmen, municipio de Cochoapa el Grande, el más pobre de México.

Y este fin de semana, a las 5:30 horas, una funeraria local recibió los restos que fueron traídos desde Chilpancingo, previa estancia en el aeropuerto de la Ciudad de México.

Un lluvioso amanecer fue el escenario del silencioso arribo y partida de los restos de Ángela Alejandro. Ningún familiar vino de su comunidad, pues sus padres, Francisco Ortiz Flores y Francisca Alejandro, todavía se encontraban en el tránsito de Ciudad Juárez al Distrito Federal, reportó el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan.

Sin embargo, se presume que Ángela fue asesinada por Porfirio Santiago González, su compañero sentimental, quien ya está preso como uno de los presuntos responsables del crimen, al igual que Rutilio Díaz Martínez.

Empero Catarina Ortiz Ortega, otra involucrada, no ha sido localizada. Las versiones que los padres de Ángela conocieron fue que el día de su desaparición su hija convivía en su casa con su pareja Porfirio, Rutilio y Catarina.

Ya borracho, Porfirio empezó a acariciar a Catarina, lo que molestó a Ángela, que reclamó su conducta. El hombre la insultó y comenzó a golpearla.

A la agresión se unieron los otros dos invitados, y los tres finalmente la mataron a golpes, para después abandona su cuerpo en un terreno baldío, atado de pies y manos, recordó Jesús Rodríguez Montes, representante del Centro Tlachinollan.

Los padres de Ángela, por cuenta propia comenzaron a investigar el derrotero de su hija al no tener noticias de ella y de Zenaida, su nieta, desde el 2003; siguieron la ruta que como jornalera emprendió la mujer por distintos campos agrícolas, desde Sinaloa hasta Chihuahua.

Tres años después, en el 2006, en Casas Grandes, Chihuahua, confirmaron que Ángela había muerto, mientras que a Zenaida la ubicaron en una casa de asistencia a cargo de religiosos.

Hoy los restos de Ángela ya fueron sepultados en la comunidad que la vio nacer, y Zenaida, con nueve años cumplidos, se encuentra bajo la tutela de Francisca Ortiz y Francisco Alejandro.

El caso de Ángela, alerta Rodríguez Montes, ilustra las trágicas consecuencias que enfrentan millones de indígenas de La Montaña de Guerrero, que por la extrema pobreza que padecen en sus comunidades se ven forzados a emigrar al norte y noroeste del país, para emplearse como jornaleros agrícolas.

Además, la violenta desaparición de Ángela es un reflejo de la situación de vulnerabilidad e indefensión que padecen las mujeres indígenas del país, no sólo por el papel que desempeñan en el núcleo familiar y su condición de indígenas, sino por el grado de pobreza extrema en el que viven.

Su única opción es emplearse como mano de obra barata, en virtud de que carecen de los beneficios sociales, obligaciones que eluden las empresas que las emplean.

Pero en la muerte de Ángela también destacan otros factores, como la negligencia en la que incurrieron las autoridades de Chihuahua.

Por ello es necesario que el gobierno federal, los estatales y el Congreso de la Unión establezcan medidas suficientes y necesarias para una atención integral a la situación de los jornaleros agrícolas en México, concluye el representante de Tlachinollan.

Patricia Dávila. Tomado de la Revista Proceso. 06-08-07
http://www.proceso.com.mx/noticia.html?sec=2&nta=52731

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