8:00 hrs. La carretera México Cuernavaca es tomada por aproximadamente 3 000 compañeros del STUNAM, sección XIV de la CNTE, organizaciones sociales diversas, así como estudiantes de diversas facultades de Ciudad Universitaria. Liberan a los automovilistas del pago de peaje, aproximadamente a las 8:30 son reprimidos por antimotines de PFP, quienes les lanzas gases lacrimógenos, la zona es sobrevolada por un helicóptero del grupo Cóndor de la SSP-DF, y se hace la denuncia de que fueron lanzados gases contra los manifestantes desde un helicóptero de Radio Red. Se concentraron alrededor de 1 000 compañeros, quienes ante la represión se vieron obligados a replegarse.
Comité Nacional de Huelga. REPORTE PARCIAL DE ACCIONES REALIZADAS EN EL MARCO DEL 3ER. PARO CÍVICO NACIONAL
Este primero de junio del 2007, día del Paro Cívico Nacional, en la caseta de cobro de la autopista a Cuernavaca, la policía llegó y nos echó gases lacrimógenos, más o menos como en los viejos tiempos. Digo, no se necesita mucho análisis como para darnos cuenta de que Calderón Hinojosa ya está instalado de plano en la carretera de la represión.
México ya cambió, efectivamente, pues si alguien creía que estábamos en la ruta de la transición hacia la democracia o el Estado de derecho o hacia algo distinto, en el último año ha habido pruebas plenas de que no.
Hace poco más un año, se dio la orden de reprimir, en Lázaro Cárdenas, Michoacán, la huelga de los mineros de Sicartsa y hubo al menos cuatro muertos; hace un año se dio la orden de reprimir con todo, y todo incluye la violencia sexual, al movimiento de Atenco y hubo dos muertos; hace seis meses se dieron las órdenes de acabar con el movimiento de Oaxaca a cualquier costo y hubo 23 muertos. El gobierno ya ha desatado una nueva guerra contra el pueblo, ni más ni menos que como en los viejos tiempos.
El gobierno panista no ha aprendido en todo el proceso social, de 1950 para acá, que mientras más se reprime un movimiento social, más fuerte o más violenta es la forma en la que se expresa posteriormente. No han entendido que los movimientos sociales no se crean ni se destruyen, sólo se transforman, y que la represión fascista sólo es un hecho que temporalmente suprime un movimiento, pero que crea y multiplica las razones para luchar.
Pero parece que nosotros tampoco aprendemos, y cuando de repente granaderos y pefepos empiezan a recetarnos gases lacrimógenos y garrotazos a diestra y siniestra, de pronto no sabemos qué hacer, o a veces hacemos exactamente lo que no debemos hacer.
A riesgo de que los tontos de siempre acusen este texto de provocación, voy a hacer algunas reflexiones sobre lo que sí y lo que no debemos hacer en caso de represión policíaca. Digo, y no se me espante compañero, si hasta cuando se sube uno a un avión, lo primero que le informan es de las medidas de seguridad y lo que se debe hacer en tal o cual caso, pues más aún en las manifestaciones masivas que se avecinan, donde el soldadito de plomo o, lo que es lo mismo, el Calderón de hojalata, ya prepara sus granadas de gas pimienta para recetarnos todo el peso de “la ley”.
Los granaderos y la PFP, son muy adictos a tirarnos con gases lacrimógenos. A una orden de sus jefes, varios granaderos cubiertos por otros que sí traen escudos, cargan sus arcabuces o lanzagranadas y las disparan contra los contingentes.
Esos arcabuces o lanzagranadas de hecho son armas de fuego que disparan cartuchos de bala de verdad que tienen por objeto impulsar la granada. Dependiendo de la dirección del viento y de la velocidad, pueden causarnos más o menos daño. Si hay mucho viento, o la dirección del viento es de nosotros hacia los granaderos, serán menos dañinos.
Lo que uno tiene que hacer cuando le llega cerca una de esas granadas es patearla fuerte en dirección a los granaderos. No pasa nada si uno la patea, ya no van a estallar. Si uno se siente con más confianza después de haber pateado algunas, lo que puede hacer es tomarla con un guante o con un pedazo de cartón, colocándose de espaldas al viento para que el gas que está saliendo no moleste, y aventarla en dirección a los granaderos. Esas latas son un poco más gordas que una lata de cerveza y más pesadas, pero es mejor que se la regresemos a los granaderos a que los gases que despiden estén molestando a la gente.
También pueden ponerse trapos grandes mojados sobre ella, o cubetas o cacerolas con piedras u objetos pesados arriba. En general, se trata de impedir que los gases lacrimógenos se queden de nuestro lado.
Esto significa que antes de cada manifestación debemos pensar en llevar zapatos adecuados, lo que significa que preferimos los zapatos bajos a los de tacón, los de cuero a los de material sintético, los de agujetas a los que se quitan fácilmente; las botas de trabajo o de campo a los zapatos de vestir, los que tienen casco de protección a los que no lo tienen.
También significa que debemos llevar al menos un guante de carnaza o de algodón de uso industrial para regresar las granadas, y ya que estamos en eso, uno o más paliacates o pañuelos de algodón. Los pañuelos o paliacates, y también las bufandas, que no son de estambre o material sintético, nos pueden servir para protegernos de los gases lacrimógenos. Para esto se requiere humedecerlos en vinagre o agua, y colocarlos frente a la nariz y boca. Para proteger los ojos hay que llevar gogles de buceo o industriales.
En Oaxaca se demostró que la coca cola, en cualquiera de sus presentaciones, también es útil cuando uno es bañado por los polvos, los gases o las aguas lacrimógenas; con ésta puede limpiarse la cara o el cuerpo y se obtiene un poco de alivio. No está de más llevar una coca cola o mejor aún una Lulú cola en tu morral.
Ahora bien, ¿a quién le corresponde patear o regresar las granadas lacrimógenas? Al que esté más cerca y tenga cierta agilidad. ¿En qué momento? En cuanto se pueda, lo más rápido posible.
Pero hay una cosa más peligrosa que los gases lacrimógenos y ésta es que cuando se está demasiado cerca de los granaderos, éstos en lugar de disparar “bombeadito”, es decir, en tiro parabólico sus granadas, lo hacen directamente contra los manifestantes. Como las granadas llegan a pesar hasta medio kilogramo y son disparadas por un arma de fuego, es bastante peligroso el impacto directo, por lo que se recomienda no quedar a menos de 10 metros de la línea de granaderos y tener cuidado de no ser blanco de tiro directo cuando se regresan o patean las granadas. Si es posible, actuar coordinadamente con otro compañero o compañera para evitar sorpresas o para protegerse con algún escudo.
En caso de que algún compañero sea alcanzado por el tiro directo de una granada, debe ser de inmediato retirado del área de combate y atendido, limpiándole la cara con coca cola para que pueda respirar, quitándole la ropa impregnada del polvo amarillo que suelta la granada y presionando con un trapo limpio donde haya sangrado; si es posible, debe aplicarse un torniquete. En caso de contusión en el rostro o cabeza, debe ser de inmediato trasladado a un centro médico de urgencias, tomando todas las medidas del caso y vigilando siempre que pueda respirar, considerando que el gas o polvo lacrimógeno no se quita con una sola lavada.
Qué mas quisiéramos que no hubiera granaderos o que no tuvieran granadas o que las granadas que nos lanzan fueran de fruta. Pero sí existen, sí las disparan y, como pasó la mañana del primero de junio en la caseta de Cuernavaca, sí pueden herir a un compañero. Por eso, sólo nos queda saber qué hacer y hacerlo.
Lo otro es decirle a los que quieren llevar este país al fascismo: “ah, no hay problema, hagan lo que quieran, aquí están sus dejaditos”. Pero eso compañeros, creo que no lo vamos a hacer. ¿O sí?
O como dicen las maquinitas: game over, el juego terminó.
Por David Cilia Olmos
Comité Nacional de Huelga. REPORTE PARCIAL DE ACCIONES REALIZADAS EN EL MARCO DEL 3ER. PARO CÍVICO NACIONAL
Este primero de junio del 2007, día del Paro Cívico Nacional, en la caseta de cobro de la autopista a Cuernavaca, la policía llegó y nos echó gases lacrimógenos, más o menos como en los viejos tiempos. Digo, no se necesita mucho análisis como para darnos cuenta de que Calderón Hinojosa ya está instalado de plano en la carretera de la represión.
México ya cambió, efectivamente, pues si alguien creía que estábamos en la ruta de la transición hacia la democracia o el Estado de derecho o hacia algo distinto, en el último año ha habido pruebas plenas de que no.
Hace poco más un año, se dio la orden de reprimir, en Lázaro Cárdenas, Michoacán, la huelga de los mineros de Sicartsa y hubo al menos cuatro muertos; hace un año se dio la orden de reprimir con todo, y todo incluye la violencia sexual, al movimiento de Atenco y hubo dos muertos; hace seis meses se dieron las órdenes de acabar con el movimiento de Oaxaca a cualquier costo y hubo 23 muertos. El gobierno ya ha desatado una nueva guerra contra el pueblo, ni más ni menos que como en los viejos tiempos.
El gobierno panista no ha aprendido en todo el proceso social, de 1950 para acá, que mientras más se reprime un movimiento social, más fuerte o más violenta es la forma en la que se expresa posteriormente. No han entendido que los movimientos sociales no se crean ni se destruyen, sólo se transforman, y que la represión fascista sólo es un hecho que temporalmente suprime un movimiento, pero que crea y multiplica las razones para luchar.
Pero parece que nosotros tampoco aprendemos, y cuando de repente granaderos y pefepos empiezan a recetarnos gases lacrimógenos y garrotazos a diestra y siniestra, de pronto no sabemos qué hacer, o a veces hacemos exactamente lo que no debemos hacer.
A riesgo de que los tontos de siempre acusen este texto de provocación, voy a hacer algunas reflexiones sobre lo que sí y lo que no debemos hacer en caso de represión policíaca. Digo, y no se me espante compañero, si hasta cuando se sube uno a un avión, lo primero que le informan es de las medidas de seguridad y lo que se debe hacer en tal o cual caso, pues más aún en las manifestaciones masivas que se avecinan, donde el soldadito de plomo o, lo que es lo mismo, el Calderón de hojalata, ya prepara sus granadas de gas pimienta para recetarnos todo el peso de “la ley”.
Los granaderos y la PFP, son muy adictos a tirarnos con gases lacrimógenos. A una orden de sus jefes, varios granaderos cubiertos por otros que sí traen escudos, cargan sus arcabuces o lanzagranadas y las disparan contra los contingentes.
Esos arcabuces o lanzagranadas de hecho son armas de fuego que disparan cartuchos de bala de verdad que tienen por objeto impulsar la granada. Dependiendo de la dirección del viento y de la velocidad, pueden causarnos más o menos daño. Si hay mucho viento, o la dirección del viento es de nosotros hacia los granaderos, serán menos dañinos.
Lo que uno tiene que hacer cuando le llega cerca una de esas granadas es patearla fuerte en dirección a los granaderos. No pasa nada si uno la patea, ya no van a estallar. Si uno se siente con más confianza después de haber pateado algunas, lo que puede hacer es tomarla con un guante o con un pedazo de cartón, colocándose de espaldas al viento para que el gas que está saliendo no moleste, y aventarla en dirección a los granaderos. Esas latas son un poco más gordas que una lata de cerveza y más pesadas, pero es mejor que se la regresemos a los granaderos a que los gases que despiden estén molestando a la gente.
También pueden ponerse trapos grandes mojados sobre ella, o cubetas o cacerolas con piedras u objetos pesados arriba. En general, se trata de impedir que los gases lacrimógenos se queden de nuestro lado.
Esto significa que antes de cada manifestación debemos pensar en llevar zapatos adecuados, lo que significa que preferimos los zapatos bajos a los de tacón, los de cuero a los de material sintético, los de agujetas a los que se quitan fácilmente; las botas de trabajo o de campo a los zapatos de vestir, los que tienen casco de protección a los que no lo tienen.
También significa que debemos llevar al menos un guante de carnaza o de algodón de uso industrial para regresar las granadas, y ya que estamos en eso, uno o más paliacates o pañuelos de algodón. Los pañuelos o paliacates, y también las bufandas, que no son de estambre o material sintético, nos pueden servir para protegernos de los gases lacrimógenos. Para esto se requiere humedecerlos en vinagre o agua, y colocarlos frente a la nariz y boca. Para proteger los ojos hay que llevar gogles de buceo o industriales.
En Oaxaca se demostró que la coca cola, en cualquiera de sus presentaciones, también es útil cuando uno es bañado por los polvos, los gases o las aguas lacrimógenas; con ésta puede limpiarse la cara o el cuerpo y se obtiene un poco de alivio. No está de más llevar una coca cola o mejor aún una Lulú cola en tu morral.
Ahora bien, ¿a quién le corresponde patear o regresar las granadas lacrimógenas? Al que esté más cerca y tenga cierta agilidad. ¿En qué momento? En cuanto se pueda, lo más rápido posible.
Pero hay una cosa más peligrosa que los gases lacrimógenos y ésta es que cuando se está demasiado cerca de los granaderos, éstos en lugar de disparar “bombeadito”, es decir, en tiro parabólico sus granadas, lo hacen directamente contra los manifestantes. Como las granadas llegan a pesar hasta medio kilogramo y son disparadas por un arma de fuego, es bastante peligroso el impacto directo, por lo que se recomienda no quedar a menos de 10 metros de la línea de granaderos y tener cuidado de no ser blanco de tiro directo cuando se regresan o patean las granadas. Si es posible, actuar coordinadamente con otro compañero o compañera para evitar sorpresas o para protegerse con algún escudo.
En caso de que algún compañero sea alcanzado por el tiro directo de una granada, debe ser de inmediato retirado del área de combate y atendido, limpiándole la cara con coca cola para que pueda respirar, quitándole la ropa impregnada del polvo amarillo que suelta la granada y presionando con un trapo limpio donde haya sangrado; si es posible, debe aplicarse un torniquete. En caso de contusión en el rostro o cabeza, debe ser de inmediato trasladado a un centro médico de urgencias, tomando todas las medidas del caso y vigilando siempre que pueda respirar, considerando que el gas o polvo lacrimógeno no se quita con una sola lavada.
Qué mas quisiéramos que no hubiera granaderos o que no tuvieran granadas o que las granadas que nos lanzan fueran de fruta. Pero sí existen, sí las disparan y, como pasó la mañana del primero de junio en la caseta de Cuernavaca, sí pueden herir a un compañero. Por eso, sólo nos queda saber qué hacer y hacerlo.
Lo otro es decirle a los que quieren llevar este país al fascismo: “ah, no hay problema, hagan lo que quieran, aquí están sus dejaditos”. Pero eso compañeros, creo que no lo vamos a hacer. ¿O sí?
O como dicen las maquinitas: game over, el juego terminó.
Por David Cilia Olmos
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