El estudio comparado de las revoluciones contemporáneas muestra que a mayor apego de sus militantes a los principios colectivistas que dan origen al movimiento y a mayor congruencia ética de sus dirigentes, mayor también el desarrollo y la consolidación de esos procesos. En la victoria de Vietnam sobre Estados Unidos, la cohesión, el prestigio y la credibilidad de la causa por la liberación nacional enarbolada por el gobierno conducido por los comunistas fueron un factor decisivo que influyó en los resultados político- militares que llevaron a la unificación del país y la expulsión de los invasores.
La coherencia de la conducta del EZLN frente al Estado mexicano y el fracaso de éste en sus intentos de cooptación contrainsurgente de las comunidades indígenas zapatistas, mantienen a ese movimiento revolucionario incólume a los ataques de sus enemigos y a las “criticas” de quienes se declaran “en favor de los zapatistas” y no pierden oportunidad ni tribuna para descalificar a su vocero y principal jefe político-militar. A la inversa, ningún argumento por el “voto útil” de la izquierda institucionalizada se sustenta ante el pragmatismo electoral, la renuncia de sus premisas fundacionales y el quebranto ético de partidos como los de la Revolución Democrática y el Partido de los Trabajadores brasileño. No hay que olvidar que la “piñata”, el enriquecimiento inexplicable y el deterioro moral de algunos de los líderes revolucionarios en Nicaragua hicieron más daño al Frente Sandinista de Liberación Nacional que la derrota electoral del 25 de febrero de 1990.
En la revolución cubana, el comportamiento ético ha estado presente desde la lucha contra la dictadura de Batista, y ha sido recurrente a lo largo de los 47 años de su triunfo. Una y otra vez, ante los embates del imperialismo estadounidense y los problemas internos provocados por un proceso de transformación de la envergadura del cubano, sus dirigentes, en particular, Fidel, han actuado con valor y honradez. “La verdad es revolucionaria” es un axioma leninista hecho realidad en la experiencia cubana. Por ello, es significativa la contundente respuesta del Comandante Fidel Castro a las calumnias de la revista financiera Forbes que en uno de sus números recientes lo situó entre los jefes de Estado más ricos del mundo, con una supuesta fortuna personal de 900 millones de dólares. Con la temeridad que otorga publicar cuanta mentira sea útil a sus editores y bajo el peregrino argumento de considerar a Fidel Castro como “dueño” de los activos y bienes del gobierno y de un porcentaje del Producto Interno Bruto cubano, Forbes afirma que el Comandante mantiene millonarias cuentas en el extranjero.
Si la ética y la moral, como fenómenos sociales e históricos, hay que entenderlos desde la matriz clasista, ¿qué puede inferir Forbes sobre la propiedad en un régimen socialista que no sea que los bienes del pueblo y del Estado deben pertenecer a una persona en lo particular, en este caso, a quien ocupa la presidencia de la República? Los dueños de la revista presuponen un uso patrimonialista y privado de los recursos estatales, más allá de leyes y controles jurídicos, acostumbrados como están a que los miembros de su clase disponen por igual de puestos públicos que de acciones y ganancias de corporaciones capitalistas.
Además de las deformaciones clasistas con las que observa el mundo Forbes, el investigador colombiano Hernando Calvo Ospina, desde Rebelión, revela el motivo real de los ataques recurrentes de ese desprestigiado órgano del periodismo mercenario, cuando señala que “por lo menos desde 1991 los principales accionistas de Forbes, la familia Forbes, están vinculados a los planes de desestabilización de la revolución cubana”. Resulta que uno de ellos, Malcon Forbes, fue nombrado director ejecutivo de la Comisión Especial para la Reconstrucción Cubana, creada por el gobierno estadounidense para instrumentar los planes de privatización y la implantación de una economía de libre mercado neoliberal en la isla, en el momento del ansiado derrumbe del régimen revolucionario.
En aras del compromiso con los principios internacionalistas que la revolución alienta, el gobierno cubano ha sacrificado no pocas veces intereses de Estado. Hay que recordar en las misiones en África la ayuda desinteresada a Angola y a una docena de causas revolucionarios, al igual que en América Latina. No recuerdo una sola condición impuesta por la trascendente ayuda cubana a Nicaragua durante los años de la revolución ni reclamos a la solidaridad cubana de las fuerzas revolucionarias que durante décadas combatieron a las dictaduras civiles y militares de nuestra América.
La moral de un movimiento revolucionario se mide, asimismo, por que no abandona a sus presos y muertos. El reconocimiento oficial de los Cinco Héroes, prisioneros en las cárceles del imperio por hacer trabajo de inteligencia en el seno de los grupos terroristas apoyados, entrenados y financiados por el gobierno de Estados Unidos es un acto de justicia y de alto valor ético. En las reglas no escritas de este tipo de tareas, usualmente los gobiernos no reconocen a sus agentes.
Cuando Ramonet pregunta a Fidel como se va a solucionar el problema de la corrupción en sectores de la economía cubana, él responde, “Primero que todo es una cuestión ética. Yo he pensado mucho en el papel de la ética. ¿Cuál es la ética de un revolucionario? Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de ética…Debemos atrevernos, debemos tener el valor de decir las verdades.” Esa es la fortuna genuina de la revolución cubana.
Gilberto López y Rivas (tomado de La Jornada 13-XI-06)
La coherencia de la conducta del EZLN frente al Estado mexicano y el fracaso de éste en sus intentos de cooptación contrainsurgente de las comunidades indígenas zapatistas, mantienen a ese movimiento revolucionario incólume a los ataques de sus enemigos y a las “criticas” de quienes se declaran “en favor de los zapatistas” y no pierden oportunidad ni tribuna para descalificar a su vocero y principal jefe político-militar. A la inversa, ningún argumento por el “voto útil” de la izquierda institucionalizada se sustenta ante el pragmatismo electoral, la renuncia de sus premisas fundacionales y el quebranto ético de partidos como los de la Revolución Democrática y el Partido de los Trabajadores brasileño. No hay que olvidar que la “piñata”, el enriquecimiento inexplicable y el deterioro moral de algunos de los líderes revolucionarios en Nicaragua hicieron más daño al Frente Sandinista de Liberación Nacional que la derrota electoral del 25 de febrero de 1990.
En la revolución cubana, el comportamiento ético ha estado presente desde la lucha contra la dictadura de Batista, y ha sido recurrente a lo largo de los 47 años de su triunfo. Una y otra vez, ante los embates del imperialismo estadounidense y los problemas internos provocados por un proceso de transformación de la envergadura del cubano, sus dirigentes, en particular, Fidel, han actuado con valor y honradez. “La verdad es revolucionaria” es un axioma leninista hecho realidad en la experiencia cubana. Por ello, es significativa la contundente respuesta del Comandante Fidel Castro a las calumnias de la revista financiera Forbes que en uno de sus números recientes lo situó entre los jefes de Estado más ricos del mundo, con una supuesta fortuna personal de 900 millones de dólares. Con la temeridad que otorga publicar cuanta mentira sea útil a sus editores y bajo el peregrino argumento de considerar a Fidel Castro como “dueño” de los activos y bienes del gobierno y de un porcentaje del Producto Interno Bruto cubano, Forbes afirma que el Comandante mantiene millonarias cuentas en el extranjero.
Si la ética y la moral, como fenómenos sociales e históricos, hay que entenderlos desde la matriz clasista, ¿qué puede inferir Forbes sobre la propiedad en un régimen socialista que no sea que los bienes del pueblo y del Estado deben pertenecer a una persona en lo particular, en este caso, a quien ocupa la presidencia de la República? Los dueños de la revista presuponen un uso patrimonialista y privado de los recursos estatales, más allá de leyes y controles jurídicos, acostumbrados como están a que los miembros de su clase disponen por igual de puestos públicos que de acciones y ganancias de corporaciones capitalistas.
Además de las deformaciones clasistas con las que observa el mundo Forbes, el investigador colombiano Hernando Calvo Ospina, desde Rebelión, revela el motivo real de los ataques recurrentes de ese desprestigiado órgano del periodismo mercenario, cuando señala que “por lo menos desde 1991 los principales accionistas de Forbes, la familia Forbes, están vinculados a los planes de desestabilización de la revolución cubana”. Resulta que uno de ellos, Malcon Forbes, fue nombrado director ejecutivo de la Comisión Especial para la Reconstrucción Cubana, creada por el gobierno estadounidense para instrumentar los planes de privatización y la implantación de una economía de libre mercado neoliberal en la isla, en el momento del ansiado derrumbe del régimen revolucionario.
En aras del compromiso con los principios internacionalistas que la revolución alienta, el gobierno cubano ha sacrificado no pocas veces intereses de Estado. Hay que recordar en las misiones en África la ayuda desinteresada a Angola y a una docena de causas revolucionarios, al igual que en América Latina. No recuerdo una sola condición impuesta por la trascendente ayuda cubana a Nicaragua durante los años de la revolución ni reclamos a la solidaridad cubana de las fuerzas revolucionarias que durante décadas combatieron a las dictaduras civiles y militares de nuestra América.
La moral de un movimiento revolucionario se mide, asimismo, por que no abandona a sus presos y muertos. El reconocimiento oficial de los Cinco Héroes, prisioneros en las cárceles del imperio por hacer trabajo de inteligencia en el seno de los grupos terroristas apoyados, entrenados y financiados por el gobierno de Estados Unidos es un acto de justicia y de alto valor ético. En las reglas no escritas de este tipo de tareas, usualmente los gobiernos no reconocen a sus agentes.
Cuando Ramonet pregunta a Fidel como se va a solucionar el problema de la corrupción en sectores de la economía cubana, él responde, “Primero que todo es una cuestión ética. Yo he pensado mucho en el papel de la ética. ¿Cuál es la ética de un revolucionario? Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de ética…Debemos atrevernos, debemos tener el valor de decir las verdades.” Esa es la fortuna genuina de la revolución cubana.
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